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Carta a Manuel Carvajal

El escritor Julio César Londoño escogió para presentar en la biografía de...

19 de febrero de 2016 Por: María Elvira Bonilla

El escritor Julio César Londoño escogió para presentar en la biografía de Manuel Carvajal en la conmemoración de los 100 años de su nacimiento, leerle una carta al líder ausente. La carta no podía ser más potente ni más apropiada para exaltar la vida de este caleño que dejó huella en su región y en el país. Esta recoge mucho de lo que pienso de Manuel Carvajal, a quien se le paró el corazón a los 55 años y por esto me atrevo a citar algunos apartes. Esto le dice Julio César:“Por fortuna usted no vino hoy, Manuel. Estaría incómodo, repitiendo el mantra: esto también pasará. O rezongando: “No me abrumen; amigos, no me abrumen ni me embromen”, y haciendo de tripas corazón haría un discurso brevísimo, como ese que pronunció cuando el presidente Carlos Lleras cometió un error de protocolo con usted. (…) Lo llamo Manuel a secas porque llevo tres años metido de cabeza en su vida y ya lo siento muy cercano. Han sido tres años de brega en una empresa imposible: registrar las decenas de tareas complejas que usted realizó en su corta vida. Y algo aún más difícil: traducir en palabras, en pobres y efímeras palabras, una vida pasmosamente austera, lúcida y generosa. Le cuento que todo lo que su mano tocó, sobrevive al tiempo. (…)El mundo, lamento contarle, capotea tiempos tan duros como los que le tocaron a usted. Como los que nos han tocado a todos. El país busca a tientas, pero la busca, una salida del laberinto de la guerra, de esa espiral de odio, sangre y babas. De la estúpida y fascinante fiesta de la guerra, como llamaba Estanislao Zuleta a este macabro negocio. La ciudad está reencontrando su espíritu. Cali está levantando cabeza. También en esto veo su mano, Manuel. Inadvertida y discreta, como usted. Y no le digo más porque aquí hay mucha gente.Usted admiraba especialmente a los sabios, los genios, los maestros y los filántropos. Mientras los mortales nos enloquecemos pensando en nosotros, el filántropo piensa en los demás. Mientras todos buscamos atesorar, él solo quiere dar. Mientras buscamos el bienestar de nuestra familia, este bello marciano se afana por la humanidad. Pero a veces, por azar o por necesidad, por caprichos del destino o por dictados divinos, surge un hombre que puede ser genio y filántropo a la vez, como usted, Manuel.Entre las muchas cosas que la vida me ha negado, está la gracia de la fe. Es por esto que me cuesta creer en mundos sobrenaturales. Pero cuando repaso su vida, tengo que reconocer que usted es un hermoso milagro, y agradezco al destino, o al azar, el honor de ser su biógrafo, el privilegio de disfrutar el legado de sus obras, y la circunstancia de que el país disponga de un referente ético tan nítido como el suyo. Emmanuel Kant dijo que un verdadero hombre debía vivir de tal forma que su biografía sirviera de manual de ética para las generaciones. Con esta convicción, y con una confusa mezcla de orgullo y humildad, les entrego su biografía”. Vidas como las suyas tan necesarias en un momento en que la sociedad requiere afanosamente de personas íntegras, ejemplares, capaces de convertir lo cotidiano en referencia, en faro en medio de la crisis. Y pensar en Manuel Carvajal obliga a evocar a otros, tan queridos como él, a quienes les hemos tenido que ir dando el triste adiós.