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Esta pelea no es nuestra

Al gobierno se le nota la desesperación. Desde hace meses, cuando las...

27 de febrero de 2013 Por: María Alejandra Villamizar

Al gobierno se le nota la desesperación. Desde hace meses, cuando las encuestas empezaron a mostrar que el descontento ciudadano crecía y decaía la imagen positiva del Presidente, una especie de pánico escénico se apoderó del norte de la gestión de la administración Santos. En la Casa de Nariño la caída de las encuestas es proporcional al miedo que le tienen a Uribe. La sombra del expresidente desconcentra al Mandatario y lo desvía de su sendero, y logra convertir el ejercicio del poder en una eterna reacción a las críticas que vienen de su lacerante antecesor. En eso anda el gobierno. Pensando hora tras hora cómo le gana la partida a los argumentos, trinos, fotos, declaraciones, reuniones y conspiraciones en las que se concentra el llamado uribismo. A pesar de que los empeños del gobierno son de inmenso alcance y se autosustentarían con la efectividad de su ejecución y con efectiva comunicación, se han ido convirtiendo en estrategias de defensa, que los han reducido a la categoría de salvavidas populistas. Las locomotoras de la prosperidad, las casas gratuitas, la Ley de Víctimas, la apertura al comercio internacional, las reformas a las pensiones, a la salud, y por supuesto el proceso de paz, son políticas que hoy, más que ser los pilares de una obra de gobierno, son consideradas unos atajos de Santos para mostrar resultados y callar a Uribe.Nada más equivocado que dejarse ‘torear’ por el reducido grupo político del llamado uribismo y atender esas incesantes criticas, con el viraje de una agenda de Estado. No creo que Santos sea una víctima de un terrible maleficio, sino un presidente acorralado en su propio laberinto.Qué bueno que Uribe tenga apoyo popular, qué bueno que quiera demostrarlo en las urnas una vez más, qué bueno que la democracia crezca y se debata desde la ideología o la diatribas, que más da, el rumbo del país. Pero inmiscuir a toda una sociedad en una pelea de poder con un alto componente personal y de amor propio de lado y lado, es algo que los colombianos no deberíamos permitir. Cuando un gobierno se paraliza, se sacrifica el desarrollo de una nación que no tiene tiempo que perder.¿De quién es ésta pelea en realidad? ¿Por qué tenemos los colombianos que tragarnos la polarización de dos líderes políticos que se enemistaron y que se van a sacar hasta los últimos cueros al sol? ¿Tiene derecho la política a dejar de lado la construcción colectiva de futuro a la que un país como Colombia se debe dedicar día a día?Que Uribe es bueno para la pelea, eso ya lo sabemos. Que Santos no se va a dejar, eso también lo damos por descontado, por lo tanto es evidente que los dos harán lo que tengan que hacer por no dejar que el otro se salga con la suya. Lo que no sabemos es a dónde nos puede conducir esa confrontación política. Cuando las tareas del crecimiento económico, el desarrollo social y la consecución de la paz son ineludibles, ¿vamos a perder el tiempo, escuchando a Simoncito defender a Santos y a Pachito defender a Uribe? No. No son tiempos de caricaturas. Que ambos pongan sobre la mesa lo que tienen para ofrecer y ejerzan su liderazgo para que este país avance hacia la modernidad. Y si se odian a muerte, pues que hagan un duelo o llamen a un cura, pero al país que lo gobiernen como se merece.