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Segundas partes

Aunque hay una que otra excepción, en América Latina las segundas...

29 de julio de 2015 Por: Marcos Peckel

Aunque hay una que otra excepción, en América Latina las segundas partes de los presidentes que han sido reelegidos han sido entre malas y catastróficas. Solo basta mirar hacia el sur del continente donde la presidenta de Chile Michelle Bachelet, quien concluyó su primera presidencia en 2010 con altísimos índices de popularidad, escampó en un cargo inútil en la ONU y regresó triunfante a su segundo mandato en 2014, naufraga en el cargo de crisis en crisis sin salida a la vista.Sus poderosas vecinas Dilma y Cristina tampoco escapan este sino trágico en sus segundos mandatos, caracterizados por crisis económica, política, social, de corrupción y de gobernabilidad, causando graves perjuicios a sus países. Tampoco fueron buenas las segundas partes de los brasileños Lula y Cardoso ni de Álvaro Uribe. Una excepción es quizás Alan García, en cuyo primer periodo convirtió a Perú en un cuasi-estado fallido mientras que en el segundo realizó una gestión bien calificada. El fallo sobre el segundo mandato del presidente Santos pende del proceso de paz en La Habana mientras en casa enfrenta una economía en un acelerado proceso de deterioro.A la lista anterior se agregan los presidentes que pretenden perpetuarse en el poder torciendo la democracia a su imagen y semejanza para una tercera, cuarta y quinta parte. Chávez fue el pionero y cuando abandonó el cargo en un cajón, le legó a Maduro una economía en ruinas, pero como dice la sabia ley de Murphy, toda “situación por mala que sea es propensa a empeorar”, en anticipación a lo que le espera a Venezuela en la segunda parte de Maduro a quien le faltan cuatro largos años para terminar su primera. Evo y Correa, con el tiempo podrían terminar borrando los innegables logros que han obtenido en su primer periplo.¿Por qué no han sido buenas las segundas partes en las democracias de América Latina? Quizás son los cambios tanto en la sociedad como en el personaje que atentan contra un segundo mandato. Decía el filósofo griego Heráclito de Éfeso: "Una persona nunca se baña dos veces en el mismo río, pues ya no es la misma persona o el mismo río".   Podría también ser el Principio de Peter: “Todo empleado asciende hasta llegar a su nivel de incompetencia” y en el caso de primeros mandatarios es tal el desgaste que produce el cargo que para las segundas partes ya no hay con qué. Máxime cuando las expectativas de la gente pueden ser mayores o inalcanzables.Un factor adicional propio de nuestras imperfectas democracias presidencialistas es el pago de favores a quienes hicieron posible la llegada de un mandatario a una segunda parte. Los diversos grupos de poder y sus propios amigos ya le han medido el aceite, lo manipulan a su antojo, le cobran facturas y no existe el margen de maniobrabilidad ni el factor sorpresa de la primera parte. Situación distinta ocurre en los regímenes parlamentarios donde gracias al equilibrio entre los poderes los primeros ministros duran en su puesto hasta que los sacan; su mismo partido, el parlamento o los electores, cuando las circunstancias lo ameriten sin tener que esperar al término del periodo electoral.En vista de las malas experiencias en nuestro continente con las segundas partes, inmediatas o no, queda claro que Colombia en muy buena hora eliminó la reelección presidencial y prácticamente hizo imposible revivirla. Esto no garantiza buenas presidencias pero nos ahorra las malas que vienen con la segunda parte.