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Se cuecen en todas partes

El llamado arte de gobernar ya no es lo uno y cada vez es menos lo otro.

22 de febrero de 2017 Por: Marcos Peckel

No siempre fueron tan clonadas las realidades, no siempre en los continentes que cuentan ocurrían los mismos fenómenos, como copiados unos de otros, no siempre las cosas malas tendían a reproducirse como hongos en los pastizales tras las tormentas, como ocurre en esta segunda década del tercer milenio. Si la geopolítica global entró en una peligrosa era de incertidumbre con un sistema internacional haciendo agua por todos lados y unas instituciones internacionales convertidas en meros ladrillos al interior de los cuales frondosas burocracias se lucran mirando por la ventana, la micropolítica, esa que acaece al interior de los Estados no presenta un panorama más venturoso. Y esto antes de Trump, Donald Trump.

A cada Maduro latino, la aparece un Duterte asiático, un Mugabe africano y un Orban europeo. A cada Ortega latinoamericano que de un plumazo acaba con la democracia lo emula un Lukashenko en Europa, un Al Sisi en Medio Oriente, un Erdogan en la confluencia entre Europa y Asia y un coronel en Tailandia. Por cada Ayatola en Teherán, hay un Kim en Corea del Norte construyendo armas atómicas y otros tantos que las desean. Son pléyade los dictadores que hoy ocupan el solio del poder, muchos de ellos aprovechándose de un sistema electoral hecho a la medida, todos cooptando, censurando y persiguiendo a la ‘prensa libre’, polarizando la opinión pública, dividiendo a sus pueblos entre buenos y malos y sacando provecho máximo de una geopolítica que dejó a la democracia sin defensores.

El nuevo mundo de los hechos alternativos, la interpretación relativa, la fragmentación de la información, la manipulación en las redes sociales, las mentiras que son verdad y las verdades que se desdibujan, constituye el caldo de cultivo perfecto para que personajes sin escrúpulos, defensores de intereses particulares, autócratas de todos los pelambres, se trepen a los más alto del poder y se blinden en su cúspide haciendo casi imposible su remoción. ‘1984’ pareciera ser la nueva Biblia del Siglo XXI.

Las sociedades en gran cantidad de países están enfermas. El resentimiento producto de la desigualdad y el odio hacia el forastero, el diferente, el que profesa otra fe y otra ideología se han exacerbado por una generalizada pérdida de esperanza, por una globalización que ha dejado atrás a muchos. La ceguera de las elites económicas, políticas, mediáticas e intelectuales que han hecho caso omiso a los síntomas del descontento, que trataron de aplacarlos con fórmulas agotadas, que los subestimaron, hoy ven con pánico cómo el mundo se descose, adentro y afuera.

El llamado arte de gobernar ya no es lo uno y cada vez es menos lo otro. A los gobernantes les queda grande gobernar, los poderes del Estados sucumben a intereses particulares, la justicia es para los de ruana, a lo largo y ancho del planeta la democracia representativa ya no representa, el poder y la ética se hacen incompatibles, las componendas entre pocos le quitan todo a los muchos.

Es prematuro augurar si al final del día prevalecerá el sentido común, si el mundo hará gala del instinto de supervivencia, si los grandes poderes, Estados Unidos, China y Rusia evitan el cataclismo que perecieran ellos mismos estar engendrando, si las guerras que ellos mismos aún no saben que van a ocurrir se evitan, si los que las están buscando son contenidos. Las habas se cuecen en todas partes y llegan a su punto de ebullición.