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Paralizado

En plata blanca estamos ante un Consejo de Seguridad paralizado, incapaz de acometer las responsabilidades para las cuales fue creado después de la Segunda Guerra Mundial

5 de marzo de 2019 Por: Marcos Peckel

Ocho años ha durado la guerra civil en Siria cuyo saldo no puede ser más trágico: más de 500 mil víctimas mortales, unos 30 mil niños; 12 millones de desplazados, un 40% de la población, de los cuales unos seis millones huyeron como refugiados a países vecinos. Las ciudades y poblaciones del país en ruinas, y la herencia histórica pulverizada.

Innumerables veces el Consejo de Seguridad trató de llegar a algún consenso en Siria el cual sin embargo fue saboteado por el veto impuesto por Rusia y China a resoluciones que buscaban aplicar la política de ‘Responsabilidad para proteger’ establecida por la misma ONU en 2005. Assad y sus cómplices en el genocidio, Irán y Rusia, gozaron de mano libre para llenar de sangre ciudades, aldeas, desiertos y planicies de Siria. Incluso la utilización por parte del régimen de armas químicas, prohibidas desde 1925, no fue condenado por el veto de Rusia.

La guerra en Yemen desatada por Arabia Saudita contra los rebeldes Houties apoyados por Irán que ocuparon la mitad del país en 2015, completa cuatro años en los que la población civil ha sido blanco de bombardeos indiscriminados, misiles que caen en cualquier parte, niños muertos camino al colegio, hambrunas y epidemias. Tres años le tomó al Consejo de Seguridad adoptar resolución alguna sobre Yemen lo que se logró en diciembre pasado tras una peluqueada al texto que la dejo sin dientes ante la amenaza de veto por parte de Estados Unidos.

La semana anterior por primera vez llega al Consejo de Seguridad el tema de Venezuela y una vez más el veto de Rusia y China impidió que se adoptara una resolución que buscaba aliviar la crisis humanitaria y restaurar la democracia a través de elecciones libres. Lo más lamentable es que la resolución fue apoyada por los dos representantes actuales de América Latina: Perú y República Dominicana y vetada por países ajenos a la región. Rusia más allá de sus intereses específicos en Venezuela, no desea que se siente un precedente en el que una dictadura aliada cae a favor de la democracia.

En plata blanca estamos ante un Consejo de Seguridad paralizado, incapaz de acometer las responsabilidades para las cuales fue creado después de la Segunda Guerra Mundial, víctima de la ‘guerra de vetos’, en momentos que arrecia la competencia geopolítica entre las mayores potencias del planeta.

El Consejo de Seguridad está compuesto por 15 países de los cuales cinco son miembros permanentes con derecho a veto y los otros diez, que fungen de relleno, se rotan cada dos años representados los bloques regionales. Si bien el Consejo ha adoptado resoluciones sobre conflictos en África y Asia, cuando estos involucran ya sea de manera tangencial a las potencias o sus aliados el cuerpo se paraliza por una simple dosis de ‘veto’.

La representatividad regional no es tal y cada Estado actúa a su buen saber y entender sin coordinar con la región que representa. Esto es particularmente notable en el bloque latinoamericano uno de cuyos representantes en el Consejo hasta diciembre pasado fue Bolivia que aplicó la agenda del Alba mientras que Perú, el otro representante mantenía una agenda contraria en la mayoría de los temas.

La ‘buena’ noticia es que Estados Unidos y Rusia negocian una salida al tema de Venezuela. La mala es que lo hacen ellos como patrones del mundo. La mejor sería que el dictador y su caterva criminal caigan y la democracia retorne al bravo pueblo, a pesar del Consejo de Seguridad y su parálisis.

Sigue en Twitter @marcospeckel