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Se silenció ya el ruido de sables generado por las declaraciones...

5 de julio de 2010 Por: Marcos Peckel

Se silenció ya el ruido de sables generado por las declaraciones del General Stanley McChrystal en las cuales criticaba a algunos de sus jefes en el estamento civil. Como en cualquier democracia, máxime la estadounidense, al General le tocó empacar e irse por orden de su jefe supremo, el presidente Obama.Sin embargo, detrás de las declaraciones del General se oculta un generalizado malestar por el curso de la guerra en Afganistán, donde después de casi diez años de presencia de las fuerzas de la Otan, la guerra se quedó sin rumbo y sin objetivos, agravada por una creciente contabilidad de víctimas dentro de los militares de la alianza.Lo que comenzó como una guerra contra el terrorismo con el objetivo de desmantelar la estructura de Al Qaeda, lo que ya se logró, se ha convertido con el paso de los años en una guerra civil en la cual la Otan defiende al impopular gobierno de Hamid Karzai contra los talibán, pertenecientes a la etnia pastún, que han habitado esas montañas y planicies por siglos y su historia es rica en derrotas infringidas a invasores extranjeros, incluyendo al poderoso imperio Británico y a la Unión Soviética. La insurgencia talibán con un gran apoyo popular y presencia en el sur del país y en la volátil frontera con Pakistán, no está presionada por tiempo. Su plazo es la eternidad. Por lo tanto para los Estados Unidos y su frágil coalición, Afganistán plantea un dilema de fondo. Cuál es el objetivo de la guerra y que constituiría la victoria. Derrotar a los talibán militarmente no es posible por lo que es necesario definir unas metas minimalistas que permitan a Obama cumplir con su promesa de comenzar el retiro de las tropas a partir del 2011, lo cual a la luz de las actuales circunstancias parece imposible. Buscar que Afganistán se convierta en una democracia occidental, multiétnica, con división de poderes es ignorar los elementos culturales e históricos del país y su composición étnica.Por lo tanto para Estados Unidos habría dos metas básicas a lograr en Afganistán. Que el territorio afgano no vuelva a ser utilizado por grupos jihadistas como Al Qaeda para reagruparse y planear desde allí atentados contra occidente, y que Afganistán tenga un gobierno lo suficientemente sólido, para que el país no sirva de plataforma de desestabilización a sus vecinos, especialmente Pakistán, donde ya hay fuerte presencia de insurgencias islámicas de todos los pelambres, constituyendo esto sí en una grave amenaza a la estabilidad regional. Para lograr lo anterior es necesario negociar con los talibán, asegurándoles un rol importante en el futuro gobierno de Afganistán y control sobre su zona de influencia. Los talibán no tienen una agenda internacional y su único interés es construir el ‘Emirato de Afganistán’ fundamentado en la ley islámica, Sharia, por lo cual una negociación con este grupo es posible.Obama ha convertido Afganistán en ‘su guerra’, esta marcará su Presidencia y podría definir su reelección. Pero ante la ausencia de una salida militar, su única esperanza es lograr algún tipo de arreglo político entre las diferentes facciones y etnias afganas, que por lo menos en 2011 o después presente un semblante de estabilidad y poder salir de ahí, antes que estas facciones empiecen su casi segura guerra fratricida. Para entonces ya el mundo se habrá olvidado de Afganistán.