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Nacionalismos desbordados

Por mucho tiempo fue una palabra noble que definía un deseo colectivo de libertad, pero en la segunda década del Siglo XXI, al igual que en aciagos episodios de la historia reciente, el nacionalismo viene infectado de los gérmenes y bacterias de la xenofobia, el odio al otro, el rechazo al que profesa otra religión, al que pertenece a otra raza.

3 de octubre de 2017 Por: Marcos Peckel

Por mucho tiempo fue una palabra noble que definía un deseo colectivo de libertad, pero en la segunda década del Siglo XXI, al igual que en aciagos episodios de la historia reciente, el nacionalismo viene infectado de los gérmenes y bacterias de la xenofobia, el odio al otro, el rechazo al que profesa otra religión, al que pertenece a otra raza. Este tipo de nacionalismo no distingue naciones, todas pueden caer: ricas y pobres, primermundistas y tercermundistas, grandes y pequeñas, de cualquier continente.

Son diversos los disparadores de este nacionalismo, pero mucho tiene que ver con las dificultades de gobernanza que enfrentan la sociedades, las recurrentes y perennes crisis económicas, la fragmentación de la información producto de las redes sociales, las crisis de los partidos políticos fosilizados y corrompidos, la desigualdad creciente alrededor del planeta y fatiga del modelo capitalista liberal.

Cuando los motivantes son negativos el legítimo derecho que tienen los pueblos a su autodeterminación termina contaminado y secuestrado por charlatanes que venden espejitos y fomentan el odio. Una vez logrado el cometido, las expectativas creadas se estrellan contra el piso de la realidad, los que ganan son un puñado y los que pierden son todos. Basta ver la calamidad que se ha ensañado contra regiones que se han separado de facto o de jure de su matriz por proyectos nacionalistas que fungían de independentistas y libres.

La cara fea del nacionalismo se reveló en toda su dimensión durante las guerras de los Balcanes a finales del siglo pasado. El nacionalismo mas que la libertad de uno se convirtió en el exterminio del otro, ya sean musulmanes en Bosnia o serbios en Kosovo. La sangrienta separación de Bangladesh de Pakistán motivada por el nacionalismo bengalí procreó una dictadura de un solo partido liderada por las élites que violan de manera consuetudinaria los derechos humanos más básicos de su propia población. La crisis económica del 2008 transformó a los países de Europa Oriental, que habían roto el yugo de la Unión Soviética a través de una nacionalismo demócrata y libertario, en fuentes de las cruda xenofobia exacerbada con la llegada de refugiados musulmanes de Siria. Sudán del Sur resultado de una larga lucha de secesión contra Sudán es actualmente un país sumido en una cruenta guerra civil entre grupos cuyos líderes pelean por el control de los recursos naturales.

Los tres pilares de la Unión Europea viven la consolidación de movimientos nacionalistas que van en abierta contravía con los principios fundacionales de la Unión. El ‘Brexit’ es la más nefasta consecuencia de esa verborrea nacionalista, mientras que el Frente Nacional perdió en segunda vuelta las elecciones en Francia, pero ahí sigue amenazante, esperando un nuevo día. En la Alemania del pasado nazi, el arribo al parlamento del partido ‘Alianza por Alemania’ -AfD-, ultranacionalista, xenófobo, islamófobo y antisemita enciende las alarmas en un país con alto estándar de vida, sin crisis económica y con baja desigualdad. ¿El motivante del éxito de AfD?: El rechazo al otro. El ‘America first’, que llevó a Trump a la Presidencia de Estados Unidos no es más que nacionalismo infectado por las mismas afecciones.

Dos referendos separatistas tuvieron lugar el último mes: Los kurdos en Iraq para separase de un Estado fracasado y excluyente y el catalán, ilegal y aparentemente fraudulento en sus resultados, que hunde a España en una grave crisis institucional sin salida a la vista.

En la caótica geopolítica del Siglo XXI, el nacionalismo desbordado es uno de sus más álgidos síntomas. Y causas.

Sigue en Twitter @marcospeckel