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La realidad tras el fallo

Hace un año, analistas, políticos, periodistas, académicos y uno que otro desprevenido...

20 de noviembre de 2013 Por: Marcos Peckel

Hace un año, analistas, políticos, periodistas, académicos y uno que otro desprevenido televidente observaban con detenimiento cómo el adusto juez de la Corte Internacional de Justicia leía, lentamente, el fallo sobre la demanda de Nicaragua para establecer los límites marítimos con Colombia en el Caribe. Una tortura en dos actos. Celebramos cuando los cayos nos fueron asignados inequívocamente, pero cuando comienza a aparecer en la pantalla la línea demarcatoria nos íbamos apoderando de incredulidad primero, rabia después y resignación al final. No dábamos crédito a lo que pasaba y aún no teníamos claras las implicaciones de lo que esos 15 togados le hacían a nuestra geografía. Al día siguiente nos enterábamos que en Colombia hay raizales, que hay pescadores artesanales y que hay una reserva de la biosfera llamada ‘Sunflower’. Agregando sal a una herida que no todos entendíamos, el Canciller de Nicaragua burlonamente y henchido de patriotismo afirmaba no sin razón “a Colombia le tocaron las piedras, a nosotros el agua”.Ha pasado un año y tal como lo manifestó la canciller Holguín, Colombia no tiene claro cómo ‘apelar’ el fallo, es decir como exigir una revisión o aclaración. Más allá de la manida frase “el fallo no es aplicable”, que no tiene asidero en el derecho internacional, no hay nada.La comunidad internacional en sus variopintos organismos no va a apoyar a Colombia en ninguna pretensión diferente a acatar el fallo y posteriormente negociar con Ortega cualquier migaja que el detestado presidente nicaragüense nos quiera dar. El meridiano 82 es historia, parte del anecdotario de nuestra trágica narrativa republicana. Nunca fue un límite y ya no lo será.La mejor y única carta que tiene Colombia es proteger de la mejor manera lo que sí tenemos. Las islas, la población, los pescadores y nuestros mares. Hacer extenso uso de la legislación internacional en lo referente a protección ambiental y de los mares y ucha contra el crimen, para evitar que la zona se vuelva un “antiguo oeste” sin Dios ni ley. Desarrollar proyectos económicos sostenibles en San Andrés y las islas vinculando en primera instancia a la población raizal y establecer un apalancamiento económico y social que permita negociar con Nicaragua en una posición menos vulnerable que la actual.Debemos hacer uso extenso con protección medioambiental de nuestras áreas marinas alrededor de los callos para actividades que no afecten el hábitat y que sirvan para afirmar soberanía. De paso desarrollar nuestro Pacífico para demostrar que el mar en verdad nos interesa.Si el cuento chino del canal nicaragüense toma forma -muy dudoso- nuestro país tiene herramientas para defender sus intereses y en eso hay que concentrarse. En todo caso mientras Panamá ya amplió su canal y Guatemala construye un ‘canal seco’, el proyecto de Ortega sólo genera dudas y muchos dólares potenciales para el líder sandinista. Tardarán años hasta que el fallo se decante pero a menos que ocurra un milagro y la Corte haga una modificación técnica, la suerte está echada. Colombia va a tener que ‘tragarse’ el sapo y acatar el fallo así se usen eufemismos varios. Nadie nos obligó a ir a la Corte, pero una vez allí aceptamos las reglas de juego. Nuestro país no va a buscar un conflicto bélico que en nada le ayuda ni va a mantener por la fuerza unos kilómetros de agua colocándose por fuera del derecho internacional. Ningún presidente va a amanecer en una fragata en el meridiano 82.