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Frontera madura

Hace unos días tuve la ocasión de visitar la frontera colombo-venezolana...

23 de septiembre de 2015 Por: Marcos Peckel

Hace unos días tuve la ocasión de visitar la frontera colombo-venezolana en Cúcuta, caminar por el desolado puente Simón Bolívar que me recordó similares pasos fronterizos en zonas de conflicto, donde existe esa “tierra de nadie”, esos tramos de asfalto por los que uno camina sin estar seguro dónde está, sin volver la vista atrás y con cierta ansiedad. En la mitad del puente están las vallas que colocó la Guardia Nacional Bolivariana con el sugestivo slogan ‘Venezuela, Frontera de Paz’. Aledaño a las vallas en nuestro lado se encuentra una carpa de la defensa civil bajo la cual un puñado de policías, militares y civiles departen animadamente, pues no tienen nada más que hacer. Al otro lado de las vallas está la carpa venezolana con los guardias igualmente sin mucho que hacer.Del lado colombiano del puente, decenas de personas, cada una con su historia, esperan que les permitan el paso al otro lado, paso que por años hacían a diario o cada que querían. Unas monjas reparten bebidas en medio del agobiante calor cucuteño. Ayer concluyó la reunión Santos-Maduro en Quito y hoy la situación en la frontera no ha cambiado, sigue cerrada, como tampoco se ha solucionado la situación de los deportados, muchos de los cuales residen en los albergues en la capital nortesantandereana. En honor a la verdad no se podía esperar un cambio inmediato. La cumbre de presidentes, como es tradicional en estos eventos parió comisiones, que producirán copiosos informes, diagnósticos y planes de acción, varios de los cuales terminarán adornando anaqueles. Son tan estructurales los problemas en la frontera que es casi una imposibilidad solucionarlos de fondo. Mientras el galón de gasolina en Venezuela cueste un décimo de lo que cuesta en Colombia va a haber contrabando, hoy de una forma, mañana de otra. Mientras en Venezuela vendan productos subsidiados a precios bajos, estos llegarán a Colombia, como llegan a los barrios ricos de Caracas, a ser vendidos a un precio mayor. Mientras haya control de cambios en Venezuela, una devaluación desbocada y un incontrolable mercado negro de divisas, los “pescadores de río revuelto” en la frontera no escatimarán esfuerzo alguno para encontrarle la “comba al palo” cambiario. Los dos mil trescientos kilómetros de frontera asimétrica entre estos dos Estados frágiles, con altos niveles de corrupción, presentan tentadoras oportunidades a la criminalidad de todos los pelambres; paramilitares, narcotraficantes, guerrilleros, bandoleros y hampones de poca monta, para hacer de las suyas. En la cumbre de Quito, Colombia no tenía mayores opciones distintas a aceptar lo que Maduro quisiera soltar. Y no soltó mucho pues tras haber cometido atropellos contra humildes compatriotas y elevado los decibeles de la retórica contra Colombia y su Presidente, no podía así no más recular, máxime estando bajo los inquisidores ojos de Diosdado y los acólitos del chavismo y en plena temporada electoral. En las actuales circunstancias los presidentes de Ecuador y Uruguay son los mejores mediadores que “da la tierrita”, no como se ha tratado de presentar, por ser presidentes pro tempore de Celac y Unasur, lanzándoles salvavidas mediáticos a estos embelecos lulo-chavistas, sino por su afinidad con los mandatarios y su no tan evidente imagen de oportunistas. Si el presidente pro tempore de Unasur fuera Evo o Roussef, no hubieran fungido como mediadores. Mientras las comisiones hacen su “trabajo”, la frontera, así permanezca oficialmente cerrada y a pesar de los Estados, encontrará una dinámica propia, como lo ha hecho en doscientos años de historia.