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El fracaso del mundo árabe

Posiblemente lo mejor que ha pasado en el mundo árabe en los...

17 de enero de 2011 Por: Marcos Peckel

Posiblemente lo mejor que ha pasado en el mundo árabe en los últimos años es la reciente caída del régimen de Ben Alí en Túnez por efecto del alzamiento popular y la consiguiente renovación de la esperanza en el pueblo tunecino de que este asombroso desenlace resulte en democracia, libertad y prosperidad. Desde el surgimiento de los Estados nación en el mundo árabe entre los años 30 y 60 del siglo anterior, el fracaso ha sido evidente en todos ellos en lo referente a desarrollo social, derechos humanos y libertades democráticas.En la gran mayoría de los países árabes no existe una transición formal del poder y ésta se da sólo cuando el titular sale en un cajón o es víctima de un golpe de Estado. Egipto, el más grande de los países árabes con 80 millones de habitantes, es regido por el presidente Mubarak desde 1982, quien reemplazó al asesinado Sadat, quien había reemplazado en 1970 al fallecido Nasser, que había llegado al poder en 1953 producto del un golpe militar. En Siria, el actual presidente Bashar Assad en el año 2000 heredó la presidencia al fallecer su padre Haffez al Assad quien había gobernado por 30 años. En Iraq el dictador de dictadores, Sadam, fue derrocado por los americanos en 2003 y actualmente el país enfrenta un descomunal desafío construyendo un sistema político funcional en medio de la violencia sectaria. Muhamar Gadafi gobierna Libia desde 1969 en su carpa de beduino. En la petrolera Arabia Saudita, las intrigas y conspiraciones palaciegas definen el ocupante del trono. Y así a lo largo y ancho de la geografía árabe dictadores, reyes y emires gobiernan con mano de hierro a sus países.Los Estados árabes se caracterizan entonces por asfixiantes restricciones a la libertad de prensa, incluido internet, inexistencia de sociedad civil, severa discriminación contra la mujer, persecución de minorías étnicas y religiosas, represión a la oposición política, corrupción rampante, alto desempleo, analfabetismo, nepotismo, falta de oportunidades y en general altísimos niveles de desesperanza y frustración en su población más joven.Existen, sin embargo, tenues rayos de luz. La aparición de las cadenas panárabes satelitales Al Jazera y Al Arabia ha sido una bocanada de aire fresco a la estancada libertad de prensa, lo que ha flexibilizado las restricciones en países como Egipto y Jordania. En el Golfo, los Emiratos, Qatar y Bahréin, cabalgando en un espectacular crecimiento económico, han comenzado a abrir sus sociedades.Y en el Líbano, que siempre se ha diferenciado de los demás países árabes, opera un complejo sistema democrático con partidos políticos y prensa relativamente libre. Una revuelta popular en 2005 después del asesinato del ex premier Rafik Hariri, tuvo como consecuencia la salida de las tropas sirias del país. Sin embargo, Líbano, donde confluyen las fallas geopolíticas regionales, es rehén de Hezbola, grupo armado, que mas allá de representar a la población chiíta libanesa, defiende los intereses de Irán y no tendría inconveniente en arrastrar al país a una catastrófica confrontación militar con Israel, como ya lo hizo en 2006, si así le es ordenado por sus amos en Teherán. Si esta exitosa revuelta en Túnez, cuya bandera se convirtió en símbolo de libertad para millones de árabes, será el albor de una nueva era en el mundo árabe o terminará en más de lo mismo sólo el tiempo lo dirá.