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Diplomacia trumpiana

El mundo de la diplomacia parecía estar construido sobre paradigmas y modelos que fungen de verdades reveladas. Si funcionaba se validaba el modelo, de lo contrario se buscaban culpables sin cuestionar el patrón.

12 de junio de 2018 Por: Marcos Peckel

El mundo de la diplomacia parecía estar construido sobre paradigmas y modelos que fungen de verdades reveladas. Si funcionaba se validaba el modelo, de lo contrario se buscaban culpables sin cuestionar el patrón.
Llegó Donald Trump a la casa blanca, pateó el tablero y maneja la diplomacia a su antojo. Habrá que juzgarlo por los resultados, hacerlo únicamente por su no apego al modelo tradicional es un ejercicio prejuicioso y arrogante.

Aún es temprano para calificar los resultados de la cumbre con el líder norcoreano Kim Jong-un, apenas el comienzo de un largo y tortuoso proceso cuyo desarrollo es imposible de pronosticar, pero el mero hecho del apretón de manos y que se halla comenzado algo es más que lo que logaron sus antecesores. Triunfo indudable de Trump.

En la segunda década del Siglo XXI se está imponiendo la diplomacia personal por encima de la que se conocía como ‘política exterior de Estado’.

Así debe entenderse el retiro unilateral de Trump del acuerdo nuclear con Irán -Jcpoa- cumpliendo una promesa de campaña y mandando un mensaje fuerte y claro que la política exterior de Estados Unidos la hace él y que nada acordado anterior a él está a salvo, violando uno de los principios sacrosantos de la diplomacia: lo que se firma a nombre de un Estado se debe cumplir así no sea del agrado del gobernante de turno.
Precedente peligroso si se quiere, pero con el que toca convivir en nuestros tiempos. Si Europa e Irán que buscan afanosamente salvar el Jcpoa le introducen las modificaciones que Trump ha exigido, se salió con la suya, de lo contrario el acuerdo está prácticamente muerto y habrá que explorar otras opciones para evitar que los ayatolas entren al exclusivo club atómico.

Por ese camino van los acuerdos de libre comercio. Si a Trump no le agradan y no logra renegociarlos en sus términos, los abroga, lujo que se puede dar Estados Unidos por ser la más poderosa nación del planeta, el gordo del patio con el que nadie se mete. Hasta que lo emboscan y le dan su paliza. Los nuevos aranceles al acero y aluminio rigen con las reglas de la OMC y varios TLC. “¡¿Y qué?!”, diría el mandatario.

El traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén es diplomacia trumpiana por excelencia. Otra promesa de campaña, se desmarcó de sus antecesores que igualmente lo habían prometido y no cumplieron, ignoró los consejos de asesores, académicos y políticos, le hizo el quite al ‘derecho internacional’ y plantó la bandera de barras y estrellas en la ciudad santa.

Con Venezuela sobrevive la anterior diplomacia de sanciones y condenas al régimen de Maduro, quizás porque Latinoamérica es de poco interés para Trump, excepto el narcotráfico, por lo que el Departamento de Estado y algunos senadores manejan las relaciones con Caracas.

¿Qué efecto tendrá la diplomacia del Donald en el mundo? Los jugadores tendrán que reacomodarse, defender sus intereses dentro de un marco transformado de las relaciones internacionales, algunas alianzas hacen agua, otras nacen. En la nueva diplomacia hay dictadores buenos -Kim- y malos -Khamenei- quien, aunque poco probable, podría volverse bueno; la política exterior está exenta de ideología y los derechos humanos pasan al banco. Cada negociación diplomática del neoyorkino es con un oponente al que con sus ataques trinales saca de la zona de confort para posteriormente abrirle otra, en sus términos. ¿Qué tanto podrá el mundo resistir y acomodarse a la nueva diplomacia que emana de Washington?

Sigue en Twitter @marcospeckel