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Avanza el califato

La sorpresiva aparición en los medios de las majestuosas ruinas romanas...

17 de junio de 2015 Por: Marcos Peckel

La sorpresiva aparición en los medios de las majestuosas ruinas romanas de la ciudad de Palmira en Siria, que hace años no son visitadas por turista alguno, su finalidad primordial, y en cuyas torretas ondeaba la bandera negra del Estado Islámico, demostró que meses de bombardeos por los más modernos cazas que produce la tecnología no han detenido la marcha de la organización yihadista. Quizás han evitado que sus territorios fueran hoy más extensos y que incluyeran seguramente Bagdad y Damasco, las dos ciudades más emblemáticas del Levante, que no de Iraq y Siria, Estados que para efectos prácticos, especialmente este último, han cesado su existencia como entes soberanos. El Estado Islámico no nace en un vacío. Es producto del colapso de Estados en una región donde el modelo occidental del Estado-Nación fue impuesto para afianzar la dominación colonial en tierras que terminaron siendo valoradas únicamente por el viscoso líquido negro que tenían debajo. Estados sin nación encabezados por autoritarios y despóticos regímenes que tras décadas de desgobierno sembraron lo que hoy emana de estas tierras. Una amplia región que para muchos de sus desesperanzados habitantes, todo tiempo pasado fue mejor y quizás, mejor que todos, las épocas del profeta Mahoma y sus inmediatos sucesores, el periodo de ‘Salaf al Salih’, los piadosos ancestros, entregados a la causa de Dios, el Islam y el pueblo. De ahí el término ‘salafista’ -venerar a los ancestros- con el que se conoce a organizaciones que promueven el Islam radical. El Estado Islámico no es sólo una organización terrorista o nihilista, ni una agrupación que se dedica a decapitar porque sí. Por el contrario, con un territorio del tamaño de Inglaterra y una población de unos 10 millones bajo su absoluto control, Daesh, su nombre en árabe, constituye el paradigma casi perfecto de una poderosa ideología convertida en realidad en el terreno, logro del que pocas organizaciones pueden ufanarse. Las decenas de miles de voluntarios, hombres y mujeres, provenientes de los cuatro puntos cardinales son atraídos por una forma de vida con la que creen identificarse plenamente y de la que ansían ser parte. Poco diferente a los jóvenes que se vinculaban a las luchas revolucionarias comunistas en los años 60 o a las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española. Las redes sociales son su vehículo de reclutamiento y propaganda.Como ha ocurrido con la mayoría de las religiones, su génesis y sus devenires están bañados en sangre, la requerida para propagar su mensaje, someter a los escépticos, enfrentar disensiones o amalgamarse en las luchas políticas por el poder. La civilización islámica, la de más rápida expansión geográfica en la historia, legó a la humanidad grandes aportes pero incluye igualmente la eliminación de apostatas y herejes a través de crucifixiones, decapitaciones y lapidaciones, con lo que el Estado Islámico ha hecho carrera.En lo político el Estado Islámico ha instaurado El Califato, el modelo social y político del Islam encabezado por el Califa, máxima autoridad religiosa y política quien preside consejos religioso, militar y administrativo. El Estado Islámico ha instaurado esa jerarquía en sus vastos territorios y la ha replicado en provincias y ciudades para proveer servicios básicos, seguridad, justicia, educación y salud. Además un juicioso manejo de las finanzas, una estructura para explotar y comercializar petróleo y gas y antigüedades saqueadas de museos y lugares históricos. Como cualquier Estado. El Estado Islámico, el Califato, se constituye en el más formidable engendro de la primavera árabe y por ahora está para quedarse.