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n momentos que el tránsito de Venezuela hacia una tiranía parece irreversible a pesar de la valiente lucha del bravo pueblo por evitarlo y el sacrificio de decenas de manifestantes asesinados a manos de la Guardia Nacional Bolivariana y sus esbirros de los colectivos lumpenizados, es necesario identificar a otros damnificados que ha dejado este, uno de los más oscuros capítulos de la historia de América en las últimas décadas.

9 de agosto de 2017 Por: Marcos Peckel

En momentos que el tránsito de Venezuela hacia una tiranía parece irreversible a pesar de la valiente lucha del bravo pueblo por evitarlo y el sacrificio de decenas de manifestantes asesinados a manos de la Guardia Nacional Bolivariana y sus esbirros de los colectivos lumpenizados, es necesario identificar a otros damnificados que ha dejado este, uno de los más oscuros capítulos de la historia de América en las últimas décadas.

Aquí yace la democracia venezolana víctima del asalto sistemático de años de la caterva chavista, sus jefes cubanos y unos militares corrompidos hasta la médula, quienes cargan un pesado fardo de golpismo y caudillismo desde la misma separación de la Gran Colombia.

Aquí yacen los organismos regionales, Unasur y Celac, embelecos lulo-chavistas creados para proveerle paraguas diplomático al socialismo del Siglo XXI. Tanto uno como otro, hoy en día, no son más que lastimosos elefantes blancos que deben ser sepultados lo más pronto posible para no seguir desperdiciando fondos en cumbres y burocracia. Los Estados decentes del Continente, aquellos que han rechazado la Constituyente de Maduro deben inmediatamente retirarse de esos vergonzosos entes áulicos de la tiranía venezolana. Mercosur logró en el minuto noventa y a duras penas salvarse de la misma suerte. Venezuela, ya suspendida por violar la cláusula democrática, ingresó al bloque comercial gracias a una leguleyada de Lula y Kirchner, quienes circunvinieron la oposición de Paraguay y desde su irregular ingreso al bloque, Caracas ha sido una verdadera piedra en el zapato.

Aquí yace la OEA a pesar de los titánicos esfuerzos de Luis Almagro su valiente Secretario General, quien completa meses tratando de salvar algo de la democracia venezolana, luchando contra molinos de viento y contra unas isluchas del Caribe vendidas al petróleo venezolano. La consolidación de la dictadura venezolana deja a la OEA sin oxígeno para seguir existiendo.

Aquí yace gran parte de la izquierda continental, soberbia, arrogante e hipócrita, que no pudo desmarcarse de la catástrofe venezolana, que nunca rechazó el asalto a la libertad de prensa, el encarcelamiento arbitrario de opositores, la cooptación de los poderes del Estado ni el asalto frontal contra la Asamblea Nacional elegida en 2015 en manos de una oposición que la ganó en terreno electoral altamente desnivelado. No es la primera vez que la izquierda traiciona sus valores y principios fundacionales y no será la última.

Aquí yace el pudor de los autoproclamados negociadores que sirvieron de idiotas útiles o más aún de cómplices del sainete de una supuesta “negociación” con Miraflores: Ernesto Samper, José Luis Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández.

Aquí yace la República Bolivariana que ya no es ni lo uno ni lo otro. República es un término que inspira respeto institucional, derechos humanos, separación e independencia de poderes, todo lo cual ha sido sepultado por el chavismo. Bolivariana, hace referencia al libertador, quien debe estar revolcándose en su tumba de ver como su nombre y su memoria son traicionados para crear un monstruo opuesto a lo que en vida predicó y luchó.

Aquí yace aplastada, deshecha, abatida la esperanza que la horrible noche acabará, que la libertad germinará una vez más en la tierra del libertador, que los Maduro, los Diosdado, los Padrino, los Tarek, los Aristóbulo, los Reberol, las Delcys, las Cilias y compañía fueran relegados al basurero de la Historia y un nuevo capítulo se abriera en la atribulada historia de la Nación patriota.

Sigue en Twitter @marcospeckel