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¿Lecciones aprendidas?

Es el momento para plantear un acuerdo que recupere la moral pública y atienda los reclamos que ese día expresaron los colombianos sobre la desigualdad social y el autismo de la política

8 de diciembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Mientras el respaldo popular al paro se va diluyendo, quienes se tomaron su vocería aumentan la presión para que el Gobierno ceda al chantaje y acepte negociar lo imposible. Y entre tanto, cada vez es más necesaria la apertura política del presidente Duque para enfrentar lo que puede ser una verdadera emergencia para las instituciones.

Lo del paro dejó de ser el reflejo de una aspiración por el cambio para convertirse en un forcejeo de las centrales obreras controladas por Fecode que encontró en la solidaridad de los colombianos la herramienta perfecta para renovar sus eternas exigencias de prebendas.
Por eso, la que fue una marcha respaldada por grandes sectores el 21 de noviembre terminó en un lánguido desfile que solo tuvo algo de movilización en Bogotá y en Cali.

Aquí fue más el resultado de una ingenuidad si así puede llamarse la forma como el gobierno municipal manejó lo que fue un atentado contra las libertades y los derechos de los caleños. ¿Cómo es posible que el Alcalde saque como excusa que los organizadores del desorden le incumplieron sus promesas, mientras miles de sus gobernados sufrían las consecuencias?

Todo el mundo sabía que los accesos a la ciudad serían bloqueados a las cuatro de la mañana. Y todo el mundo vio que los autores eran unos pocos embozalados que perjudicaron a millones de personas. ¿Por qué se demoraron todo un día para imponer el orden y proteger los derechos colectivos que ordena la Constitución?

Así, salvo por los daños que le causaron a los caleños de a pie los exiguos grupos que bloquearon a su ciudad, la jornada del pasado miércoles fue un mayúsculo fracaso de Fecode, la CUT que maneja y los políticos oportunistas que no convocan a nadie. Pero ellos insisten en obligar al Presidente a negociar el Estado con ellos, solo con ellos y nada más que con ellos.

Y, claro, los de siempre aprovechan para colgarle exigencias y exigir lo que no pudieron o no quisieron hacer cuando eran amos del Estado, de la mermelada y del poder. Negociar como sea con el ELN y hacer lo que los exministros y políticos enmermelados no pudieron o no quisieron hacer, son las órdenes que pretenden darle al presidente Duque los que ahora mandan cartas que desconocen la realidad nacional.

Por eso, lo que pudo ser el movimiento renovador que recupere la ética pública, cambie la política, ofrezca la Justicia que se necesita para tener un país en paz y ponga al Estado al servicio de los ciudadanos, naufraga en las garras de un sindicalismo anacrónico engolosinado con la posibilidad de paralizar al país, y de una izquierda vetusta dividida en los afanes por explotar el odio y la división. Y algunos, no pocos y de todos lados, pretenden tumbar al Presidente aprovechando su impopularidad y el caos que muestra su partido.

Sin embargo, el mensaje del 21 de noviembre le debe quedar claro al Gobierno y a la clase política. Es el momento para plantear un acuerdo que recupere la moral pública y atienda los reclamos que ese día expresaron los colombianos sobre la desigualdad social y el autismo de la política con respecto a los ciudadanos que reclaman atención a sus problemas en vez de seguir con el reparto voraz de las prebendas y presupuestos públicos.

De lo contrario, la democracia se debilitará aún más, las protesta se vendrá con mayor furia y allí sí les tocará buscar escondederos. Cómo pasó hace 21 años en Venezuela.

Sigue en Twitter @LuguireG