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El partido único

Qué pena, pero en ese partido único, amo de su Estado, ese ciudadano solo cuenta para que vote y pague impuestos

19 de noviembre de 2022 Por: Vicky Perea García

Pasada la reforma tributaria en la cual obligarán a los colombianos a pagar veinte billones de pesos más cada año, aún no se sabe cuánto aportará el gobierno para contribuir a la estabilidad fiscal. Lo que sí se sabe es que ya metieron el acelerador para aprobar la reforma a la política, lo que acabará por alejar aún más a los políticos de los colombianos.

El de la tributaria fue un debate de tres meses en el cual se confundieron la necesidad de fortalecer las finanzas públicas seriamente golpeadas por la atención a la pandemia del Covid-19 con la ambición de aumentar el gasto público que muestra el nuevo Gobierno. Pero nunca se le dijo al país cuánto estaban dispuestos a recortar el afán de los gobernantes y legisladores por gastar lo que el Estado no tiene.

Para lograrlo tuvieron que satanizar y acusar a todo el mundo: los pensionados culminaron de privilegiados, los industriales de enriquecimiento injusto, de magnates los empleados con más de diez millones de ingresos, las gaseosas, los buñuelos y las obleas de veneno, la compraventa de bienes inmuebles de obtener ganancias prohibidas.

Pero nadie habló de lo que a Colombia le cuesta la corrupción en el sector público, del derroche de subsidios que financian elecciones y desestimulan el empleo, de la feria de contratos que tanto en las regiones como en la nación y los municipios son feudos con los cuales se neutraliza el control político que deben ejercer congresistas, diputados y concejales.

Nada de eso se dijo. Como no se mencionó siquiera el combate a la corrupción, a la evasión del IVA, al contrabando, los peores enemigos de los ingresos públicos. Al parecer esos asuntos no son gratos al establecimiento que vive del erario, encabezado por el gobierno que distribuye la mermelada entre quienes se suponía eran sus opositores para conseguir la plata que demandan sus propósitos.

Es el nuevo clientelismo o, mejor, el clientelismo renovado. Ahora, la maquinaria que viene del frente nacional, que se ajustó en las épocas de Álvaro Uribe y se fortaleció con Juan Manuel Santos, que se enfrentó a Petro y perdió, se unió al Pacto Histórico y sigue en el poder.

Es el partido único que lleva cincuenta años desvirtuando la política y se renueva cada elección. Superó la parapolítica, la narcopolítica, la farcpolítica, adoptó a muchos de los autores de los peores crímenes y de los escándalos más estruendosos, y ganó las pasadas elecciones en las que los perdedores no fueron los políticos sino los diez millones setecientos mil colombianos que votaron contra Petro.

Ahora estamos en la petropolítica que consiste en pasar del gobierno anterior de derecha al nuevo gobierno de izquierda sin despeinarse. Lo que pasa es que ahora hay que repartir más porque hay más bocas que alimentar para neutralizar el control político, para manejar los órganos de vigilancia y para acomodar más gente entre los detentadores del poder.

Pero todo termina en lo mismo, y se hace necesaria la reforma política para que haga posible el transfuguismo que permite traicionar al elector a la manera Roys Barreras-Benedetti. Que obliga a aumentar el gasto en elecciones, envueltos con adornos como las listas únicas y paritarias o la posibilidad de ser elegido a los 18 años para el Congreso.

¿Y el colombiano común y corriente? Qué pena, pero en ese partido único, amo de su Estado, ese ciudadano solo cuenta para que vote y pague impuestos.

Sigue en Twitter @LuguireG