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Tejedoras de vida

La riqueza simbólica de nuestros pueblos indígenas es ilimitada y reside en...

18 de julio de 2016 Por: Luis Felipe Gómez Restrepo

La riqueza simbólica de nuestros pueblos indígenas es ilimitada y reside en su manera de ver y asumir su existencia en el mundo, es decir, en su cosmovisión, la cual integra tres ámbitos de la vida: el material, el espiritual y el social. Estos tres ámbitos suceden en la madre tierra y los indígenas la cuidan, la respetan y piden permiso para tomar de ella lo que requieren para su subsistencia como una forma de vivir en armonía y en equilibrio con la naturaleza. Esta forma de interacción es lo que se conoce genéricamente como el buen vivir de los pueblos ancestrales de nuestra América. En Colombia hay alrededor de 100 pueblos ancestrales según Acnur, Naciones Unidas, y 65 lenguas ancestrales como lo indica el Ministerio de Cultura.

En sus comunidades, los indígenas trabajan en minga como forma de solidaridad, de reciprocidad para el apoyo mutuo. Los hombres se dedican al cultivo de la tierra mientras que las mujeres, distribuyen su tiempo en las tareas domésticas, en el apoyo a los hombres en el trabajo de la tierra y en tejer.Tristemente, algunos indígenas han salido de sus territorios hacia la ciudad, huyendo de la confrontación armada, de las amenazas, del acoso o en busca de oportunidades para existir. Muchas de las mujeres indígenas que llegan a la ciudad, se ubican en las casas de familia como trabajadoras domésticas y no pocas de ellas son ‘despreciadas’, para utilizar una categoría de la filosofía política de Axel Honneth. Este menosprecio vulnera, no sólo su dignidad como indígenas, sino que en ocasiones viola sus derechos como mujeres y como ciudadanas.

Esa ha sido la situación de muchas indígenas que hoy se conocen como las Tejedoras de Vida. Mujeres del pueblo Nasa que han soportado diversas situaciones en algunas casas de familia caleñas en las que han trabajado y que como alternativa de resistencia y de re-existencia en la ciudad, han logrado unirse en comunidad en espacios de encuentro a tejer la vida, a tejer la palabra en su lengua ancestral -el nasa yuwe- y a mantener viva la memoria de su pueblo y su cosmovisión.

A través de la actividad del tejido que estas mujeres practican, y por medio de la cual fabrican las más bellas artesanías, se da una metáfora de vida, que nos enseña la importancia de tejer, de limpiar los pensamientos, de desbaratar la puntada o la hebra enredada y torcida para elaborar un tejido recto y armonioso, alegoría que nos sirve para pensar en la reconstrucción del tejido social.

Inclusión, respeto, reconocimiento y visibilidad social y política es lo que claman las tejedoras y es lo que claman los diferentes grupos que piensan, sienten y experimentan la vida de un modo distinto sin detrimento de la vida de los demás.

En nuestro país tenemos una oportunidad única para tejer la vida entre todos, a la manera de las tejedoras, pero sólo podremos hacerlo si abrimos espacios para la inclusión social, si respetamos la diversidad y si otorgamos reconocimiento a aquellos grupos invisibles que luchan por un lugar en nuestra sociedad. Tal vez debamos acudir al diálogo de saberes para generar conciencia de cómo cuidar de la madre tierra, cómo realizar acciones de reciprocidad con nuestros semejantes y cómo privilegiar la vida en común, por encima de los intereses individuales.* Rector Universidad Javeriana Cali

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