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La hora de la ponderación

Nuestra sociedad ha sido movida desde sus cimientos. Los acontecimientos alrededor de las protestas nos dejan innumerables enseñanzas.

1 de diciembre de 2019 Por: Luis Felipe Gómez Restrepo

Nuestra sociedad ha sido movida desde sus cimientos. Los acontecimientos alrededor de las protestas nos dejan innumerables enseñanzas. También hemos visto la fragilidad del espacio público y de las condiciones para continuar la vida económica y social, por cuenta de los vándalos y desadaptados; y la vulnerabilidad de la tranquilidad ciudadana por el efecto cascada de las noticias falsas en redes sociales.

Por una parte, que haya una profundización del uso de uno de los instrumentos de participación ciudadana previstos por la constitución del 91, es saludable para la democracia. Pero hasta cierto punto. Es fundamental que se realice por todos los canales y no solamente por el de la protesta. Y que la protesta lleve a estadios superiores de la construcción de lo público a través del diálogo y el trabajo colaborativo. Como dice el profesor Mockus con la pirinola: “todos ponen”. Esta actitud debe ser con la que todos asumamos las responsabilidades y los costos.

La inconformidad social no es solamente con el poder ejecutivo, a quien le ha tocado poner la cara y en cierto sentido, cargar con una acumulación de desaciertos históricos. La rama legislativa tiene un buen aporte en el descontento social, ya que han sido incapaces de sacar adelante reformas urgentes que requiere Colombia, en campos tan sensibles como la salud, la educación, y sobre todo la corrupción. Han hecho oídos sordos frente al clamor organizado del pueblo, el cual se manifestó en la consulta anticorrupción. En definitiva, no han sido capaces de reformarse. Otro tanto le corresponde a la Rama Judicial, que, por sus escándalos de corrupción en las altas cortes, su activismo político en los nombramientos de sus colegas, entre otros, han minado la confianza de los ciudadanos, quienes deben acudir ante los estrados judiciales a arreglar sus diferencias en una forma pacífica y civilizada.

Buena parte de las causas de las marchas no son un secreto, pero también han sido descontextualizadas y manipuladas en esta época de la ‘pos verdad’, la cual ha encontrado una caja de resonancia en las redes sociales, en donde lo único que nos puede salvar es el criterio, formado a partir de análisis juiciosos y mesurados del contexto y de sus razones históricas. La contribución de la academia en el país debería estar más presente con el aporte de información veraz y ponderada, con un saber pertinente, socialmente responsable y políticamente democrático.

Colombia debe generar un gran pacto de Estado sobre algunos temas que la sociedad está resintiendo como urgentes, que no se trata de una Asamblea Constitucional, sino de unos delineamientos que sirvan de criterios de fondo y priorización para el país. Pacto de Estado que permita hacer una aceleración en algunos temas urgentes.

Si bien las soluciones mágicas y totales no existen, con la anuencia de los grandes actores, si se puede dar un gran salto en la consecución de metas ambiciosas, tal como ocurrió en el proceso de la Constitución del 91. El país tiene que salir con un sentimiento de esperanza de este capítulo. No de vencedores ni vencidos, sino de una sociedad que gana en cohesión social y haciendo vivo ese principio de los ODS, no dejar a nadie atrás del desarrollo.

Hay que renovar el rechazo a la violencia, a los incendiarios y a los anarquistas. Y debemos felicitar a aquellos que han contribuido con gestos de civismo y ponderación.

* rector Universidad Javeriana Cali

Sigue en Twitter @RectorJaveCali

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