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Trump y la opinión

Por tercera vez en la historia de Estados Unidos un presidente enfrenta oficialmente la posibilidad de ser destituido en inglés se llama ‘impeachment’.

26 de diciembre de 2019 Por: Liliane de Levy

Por tercera vez en la historia de Estados Unidos un presidente enfrenta oficialmente la posibilidad de ser destituido en inglés se llama ‘impeachment’. Sucedió con Richard Nixon quien optó por renunciar a su cargo antes de que se cumpliera y saliera culpable (Watergate) y con Bill Clinton por su relación con Mónica Lewinsky y que al final fue abandonada. Ahora Donald Trump debe responder a las graves acusaciones de abuso de poder y obstrucción del Congreso que el Partido Demócrata adelanta en su contra y cuya primera etapa inició con debates sobre el tema en la Cámara de Representantes a donde tiene mayoría absoluta y la seguridad de condenarlo. La segunda etapa se llevará a cabo el 6 de enero próximo en el Senado; allí el Partido Republicano domina y muy solidario con el presidente terminará por inocentarlo. No hay suspenso en el asunto. Y la gente se pregunta ¿por qué los demócratas se metieron en tan complicado y costoso proceso si los resultados se conocían y no les favorecían? Y ¿cuáles serían sus consecuencias en la campaña electoral que comienza y las elecciones presidenciales dentro de menos de un año?

El motivo que lo provocó todo fue la revelación de una llamada telefónica ocurrida el 25 de julio pasado entre Trump y el presidente de Ucrania interpretada como un ‘quid pro quo’ (dar a cambio de una compensación o), condicionando la entrega de una ayuda militar norteamericana de unos 400 millones de dólares a cambio de investigar sobre supuestos dudosos negocios en Ucrania de Hunter Biden hijo de Joe Biden, vicepresidente en la administración Obama y actual más serio rival demócrata de Trump en la campaña electoral. Al parecer Trump quiso saber por qué Hunter Biden fue contratado en el año 2014 como consultor de una importante compañía energética con un salario astronómico sin ser experto ni calificado para el cargo; y si fue porque es hijo de Joe Biden, el poderoso e influyente exvicepresidente de Estados Unidos. Los republicanos que respaldan a Trump alegan que actuó contra la corrupción y no hay ninguna prueba tangible de un ‘quid pro quo’ en la llamada telefónica revelada sino una interpretación mal intencionada para desacreditarlo e impedir su posible reelección. Según ellos todo es política y rivalidades partidistas. Los demócratas aseguran que su acción contra Trump defiende y protege la Constitución, el documento magno que creó al país y unió a sus ciudadanos. Recuerdan que Estados Unidos es un país de precedentes en el que un presidente no puede hacer lo que le viene en gana y Trump no puede ser la excepción. El Partido Demócrata presenta su proyecto de destitución como un deber constitucional y de ninguna manera una estrategia política. Entretanto los republicanos siguen reprochando a los demócratas de buscar desacreditar al Presidente desde el primer momento que entró a la Casa Blanca a sabiendas que será reelegido y que la única arma que les queda para deshacerse de él es destituirlo por medio de falsas acusaciones. Lo que se desprende de tan bochornoso asunto es que el país se encuentra dividido entre dos bloques que se detestan. Una lamentable deformación de la democracia.

¿Qué pasará después? ¿Se logrará deteriorar -como lo anhela el Partido Demócrata- la imagen de Trump e impedir su posible reelección? O al contrario unirá aún más al Partido Republicano que considera a Trump víctima de una cacería de brujas y ¿saldrá en masa a votar por él? Los sondeos lo dirán. Actualmente la cuota de su aprobación en la opinión está muy por debajo del 50%. Por lo tanto las llaves de su reelección o derrota la tienen los indecisos que no son muchos pero con todo el poder. Otra falla de la democracia.