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Irán y la desconfianza

No hay duda de que un acuerdo nuclear con Irán se necesita. Sin embargo, todo indica que aquel que se firmó debe ser revisado o anulado por sus imperfecciones técnicas y morales. Además de peligroso por...

8 de agosto de 2019 Por: Liliane de Levy

Hace pocos días se escuchó -y de fuentes serias- que en nombre de las potencias firmantes del acuerdo nuclear con Irán (2015), el presidente francés, Emmanuel Macron, habría ofrecido a los ayatollahs del régimen iraní unos 15 mil millones de dólares para compensar la salida de Estados Unidos, o mejor dicho de Donald Trump del acuerdo liderado por su predecesor Barack Obama, con tal de mantenerlo vivo y válido...  Ni Alemania ni Inglaterra ni ningún otro país firmante desmintió la noticia y por lo tanto se descarta que fuera ‘fake news’ o falsa. Y uno se pregunta: ¿Por qué tanto afán de los poderosos del mundo para asociarse con Irán en un acuerdo evidentemente flojo y peligroso? ¿Por qué darle al actual régimen iraní una confianza que no merece y en un asunto de vida y muerte? ¿Por qué (como pregunta el abogado y gran periodista Gilles William Goldnadel en Le Figaro en Francia) esta tendencia perversa de “preferir equivocarse con Obama que acertar con Donald Trump?”.

No hay duda de que un acuerdo nuclear con Irán se necesita. Sin embargo, todo indica que aquel que se firmó debe ser revisado o anulado por sus imperfecciones técnicas y morales. Además de peligroso por razones obvias: por su limitada durabilidad, por prohibir las inspecciones sorpresivas y no programadas de los expertos, por autorizar el enriquecimiento del uranio en cantidades excesivas, por no tener la posibilidad de controlar la fabricación de misiles balísticos de largo alcance capaces de amenazar objetivos distantes. El mismo comportamiento ético del régimen iraní así como su fanatismo religioso alimentan la desconfianza y el temor sobre su insistencia en disponer de armas nucleares. Veamos.

En política interior no vemos que la firma del acuerdo nuclear cuestionado por Trump haya moderado a los ayatollahs iraníes como todo el mundo esperaba. Al contrario, el organismo Amnesty International revela que el año 2018 fue “el año de la vergüenza” en Irán, el más oscurantista y represivo de todos. Durante este lapso, Teherán intensificó su represión contra las minorías religiosas, contra los homosexuales y contra las mujeres, con miles de ciudadanos arrestados por atreverse a disentir políticamente o reclamar reformas. Los artistas y los periodistas fueron aislados y silenciados y las mujeres maltratadas y discriminadas. La activista Nasrin Sotudek fue acusada de incitar a la ‘vagabundería’ y condenada a años de prisión y más de cien latigazos por solidarizarse con las mujeres que no desean usar el velo. Todo sin escuchar críticas o amonestaciones de parte de los firmantes del acuerdo ni de los organismos de Derechos Humanos. En política exterior y durante los últimos años, Irán se volvió expansionista y con un afán de liderazgo sobre el mundo musulmán. Su activa presencia -por medio de bases militares- se registra abiertamente en Yemen, en Irak y sobre todo en Siria. Y siempre con la ayuda directa del grupo armado libanés Hezbollah catalogado oficialmente como terrorista por la comunidad internacional. Hace pocos días el presidente argentino, Mauricio Macri, señaló a Hezbollah como responsable del atentado contra el centro comunitario judío Amia que dejó 85 muertos y centenares de heridos en Buenos Aires hace 25 años. Y no sobra recordar que aquel Irán expansionista aprovecha cada discurso para vociferar su promesa de “borrar a Israel del mapa”. Una amenaza sostenida de la exterminación de un país democrático y miembro de las Naciones Unidas. Difícil imaginar que Israel y sus aliados puedan mantenerse de brazos cruzados ante tanta determinación. Algo harán al respecto y la palabra guerra no se descarta. Una guerra que resultaría apocalíptica si Irán llegara a realizar sus anhelos nucleares. Impedirlo se impone, a pesar de tener que darle la razón a Donald Trump.