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Entre los muros

Hace 25 años, el 9 de noviembre de 1989, cayó el infame...

7 de noviembre de 2014 Por: Liliane de Levy

Hace 25 años, el 9 de noviembre de 1989, cayó el infame Muro de Berlín que durante 28 años separó Berlín Occidental de Berlín Oriental. Su caída marcó el preludio del fin de la URSS y de la Cortina de Hierro y -se pensó- que sería también el preludio de un mundo más tolerante, libre y fraternal. Todo lo destinaba a serlo: la mundialización o globalización de la economía, la ciencia y la tecnología, la aparición de continentes dispuestos a abrir sus fronteras a la libre circulación, el libre comercio, los intercambios culturales, étnicos, artísticos, la comunicación instantánea. Todo invitaba a creer que los muros no tenían razón de ser y que su caída se volvía inminente. Ingenuos fuimos porque lo contrario sucedió.En vez de 11 muros que se conocían en el mundo en 1989 hoy en día se cuentan más de 50. Y no solamente los dictadores o las sociedades cerradas los construyen sino países democráticos como Estados Unidos y su ‘Muro Fronterizo’ con México que cumple el propósito de frenar la inmigración masiva de mexicanos ilegales. O Israel cuyo muro vino a separarlo de Cisjordania y Gaza para impedir el ingreso a su territorio de los terroristas suicidas que hicieron estragos dentro de la población civil israelí con un elevado saldo de muertos. O la India que también erigió muros en sus fronteras con Pakistán y Bangladesh alegando serios motivos de seguridad. Pero la proliferación de muros se regó en el mundo sin control ni medida ayudada por la creciente violencia ambiental y la necesidad de protegerse. Mencionaría algunos como aquel que separa Corea del Norte de Corea del Sur; España de Marruecos; Arabia Saudita de Iraq; África del Sur de Zimbabwe; Grecia de Turquía... Y hay tantos más.Por otra parte contamos con muros naturales tan eficientes o más que los artificiales, que gobiernos interesados aprovechan para aislar a poblaciones e impedir que salgan o lleguen al país que controlan. El Mar Mediterráneo es el muro poderoso que obstaculiza la emigración desesperada e ilegal de Libia hacia Italia (25 mil murieron en el intento). El Estrecho de Florida (Atlántico) es el muro implacable que miles de cubanos afrontan arriesgando su vida con el fin de huir del ‘paraíso castrista’. El muro de arena en el Sahara Occidental quedó manchado de sangre y testigo de combates salvajes entre marroquíes y sahrawis del Frente Polisario durante los años 1970 y 1980. Otros muros con diferentes propósitos, pero igualmente divisivos y lastimosos son los étnicos, económicos, religiosos, artísticos, sexuales, etc., que alimentan separaciones deplorables en la mayoría de las sociedades y deberían caer como los muros físicos que menciono más arriba.¿Sirven de algo los muros? ¿Cumplen sus propósitos? Las preguntas se debaten en foros de políticos, sociólogos y observadores. Y finalizan en censura aunque reconocen que en asuntos de seguridad a ratos se necesitan. Estados Unidos con su muro logró controlar el ingreso de la inmigración clandestina que se había vuelto incontrolable. Israel detuvo de manera drástica el ‘trabajo’ mórbido de los terroristas suicidas. Sin embargo el logro va acompañado de un costo considerable. Perjudica los intercambios turísticos, culturales y comerciales entre los involucrados. Además su sola presencia simboliza de manera odiosa la separación buscada y deja un mal sabor de división y enemistad. Y no ayuda a la paz ya que estigmatiza a los “separados”: al no verlos ni escucharlos ni conocerlos uno termina por no amarlos y jamás desear acercarse a ellos. Sin embargo, para no terminar sobre una nota lúgubre en estos momentos de celebración cabe recordar que los muros siempre existieron y tarde o temprano caen. Jericó, la Muralla China, Cartagena, se volvieron curiosidades turísticas, al igual que el Muro de Berlín, cuya caída festejamos este fin de semana.