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Dos populismos

Pido excusas por volver a hablar de las elecciones norteamericanas pero el...

11 de marzo de 2016 Por: Liliane de Levy

Pido excusas por volver a hablar de las elecciones norteamericanas pero el tema amerita reflexiones adicionales sobre dos fenómenos populistas que no logramos dilucidar. El primero -el más desconcertante- busca entender por qué Donald Trump, candidato por el Partido Republicano, va ganando adeptos para convertirse en el favorito a punta de insultos, ofensas y chistes machistas o racistas del peor gusto. El segundo sería comprender por qué el frágil y austero Bernie Sanders -pese a su veteranía en política- llegó a las elecciones como un gran desconocido y ahora se sostiene firme en la contienda por la candidatura del Partido Demócrata frente a Hillary Clinton, apoyada con enormes donaciones de los más ricos de Wall Street y del poder del establecimiento Obama en Washington, del cual formó parte. Los observadores no salen de su asombro y nosotros tampoco. Pero vamos por partes.Cansados de no encontrarle una explicación lógica al éxito de Trump los medios acuden a sicólogos y científicos. El más escuchado es Scott Adams, un escritor y científico e inventor de la caricatura Dilbert. Él había previsto el éxito de Trump desde un principio; ahora asegura que ganará la contienda final por el cargo de presidente por inmensa mayoría. ¿Cómo? Según Adams el candidato Trump es un hábil populista que suple su evidente ignorancia en los temas sobre economía, educación, sociedad, cultura, política exterior, defensa, etc., con un dominio adquirido de la ‘Técnica de la Persuasión’ que hace parte de una ciencia llamada ‘Neuro Linguistic Programming’ (NLP). Ayuda a comunicar, negociar y persuadir gracias a la capacidad de evitar detalles a toda costa. Cultivar la ambigüedad y dirigir su discurso a las emociones de quienes lo escuchan. Trump lo aplica cuando habla de inmigración, comercio o defensa. Entonces se repite con vehemencia, insulta sin consideración, coloca apodos a sus contrincantes y ofende con “dardos que matan”. Su lenguaje no es racional ni lógico y no tiene argumentos pero sorprende por lo novedoso y cala en el imaginario. Trump demolió a Jebb Bush cuando se refirió a su “baja energía”; apuñaló a Carly Fiorina cuando preguntó: “¿Cómo pueden votar por esta cara?”, y la calificó de “robot”; ridiculizó a Marco Rubio al apodarlo “pequeño Marco” y lo humilló por su forma de sudar, “siempre parece salido de una piscina”; avergonzó a la periodista Megyn Kelly al insinuar que debió estar “sangrando” cuando le reprochó referencias desobligantes para las mujeres. Trump puede irritar, molestar o divertir pero lo que dice impacta y queda grabado. Es populismo a ultranza. Es hipnotismo, según los expertos. Pero él sabe también evitar confrontaciones que no le convienen. Cuando el Papa sugirió que no “era cristiano” construir muros de separación para protegerse Trump no replicó de manera grosera pero advirtió, “Yo le diría al Papa que Isis quiere su pellejo. Y cuando lo irán a buscar él estará muy contento de encontrarme en la Casa Blanca (para defenderlo)”. Bernie Sanders es otro populista, pero a la manera socialista que lo caracteriza. Él también le habla al corazón y no a la razón. Su mensaje es de igualdad, tolerancia, libertades infinitas, paz, fraternidad, protección del ambiente. Un mundo maravilloso; soñar no cuesta nada pero gusta a la gente. Bernie Sanders ya no es joven (74 años), está curtido en política y muy disgustado con el establecimiento.Quiere hacer la revolución. Suena sincero e inspira confianza. Se parece al uruguayo José Mujica, quien se desempeñó bien en el poder. Pero Estados Unidos no es Uruguay. Es un país que ha construido su extraordinario éxito y poderío sobre la idea capitalista. Y no está dispuesto a cambiar. Bernie Sanders no ganará, pero muchas de sus denuncias dejarán huella.