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Consecuencias

“Las palabras tienen consecuencias” es la frase de la semana para explicar los trágicos acontecimientos que se viven en Estados Unidos.

14 de enero de 2021 Por: Liliane de Levy

“Las palabras tienen consecuencias” es la frase de la semana para explicar los trágicos acontecimientos que se viven en Estados Unidos; el presidente Donald Trump la vino finalmente a comprender, a las malas.
Fue después de arengar en sus discursos a sus partisanos, ordenar “detener el robo” electoral (nunca comprobado en forma seria) y marchar sobre el Capitolio para librar “una pelea infernal” para obstaculizar la certificación de su contendor demócrata Joe Biden.

Los más fanáticos obedecieron al llamado y marcharon sobre el Capitolio, enfrentaron con furia a la policía, invadieron el espacio, quebraron, robaron y sembraron el pánico. Su marcha se percibió como “golpista” e “incitada desde la cima del poder contra el Parlamento”.
Cinco personas murieron entre las cuales dos policías. En estas circunstancias las fuerzas del orden actuaron con sumo cuidado que se les fue reprochado. A mi parecer hicieron lo correcto ya que, de lo contrario, y si por ejemplo utilizaban sus armas en el brutal enfrentamiento, los muertos serían centenares.

Para acabar de embarrarla, después del asalto Donald Trump se dirigió a sus violentos partisanos para decirles que ya era hora de parar la violencia y de regresar a casa (como diciendo ‘misión cumplida’) y ‘¡que los quiere mucho!’. Por supuesto su discurso fue rechazado por la horrorizada opinión de su país y de todo el mundo.

Ahora se encuentra sometido a un proceso de destitución que por segunda vez fue aprobado por la Cámara de Representantes y espera su confirmación por el Senado. Y la gente se pregunta: ¿Por qué una destitución si Trump perdió las elecciones y le quedan pocos días en el cargo? La respuesta es la siguiente: con el veredicto de una destitución Trump no podrá legalmente practicar la política ni ocupar un cargo público en el futuro. Después de cortarle la cabeza en las elecciones, sus enemigos lo quieren fusilar para estar seguros de neutralizarlo para siempre. En Estados Unidos la carga de odio y de división asusta. Quizá el veterano y moderado Joe Biden encontrará la manera de bajar su nefasta intensidad.

Sin embargo surge un nuevo foco de inquietud generado por la decisión conjunta de ‘Gafam’ (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) de suspender las cuentas de Donald Trump y quitarle su comunicación con sus numerosos partisanos. Lo castigan “por incitar a la violencia contra un gobierno democráticamente electo” y por iniciativa propia, sin pedir permiso a nadie y de manera totalmente legal.

Lo que saca a relucir el exorbitante poder de estas plataformas virtuales sobre nuestras vidas y nuestra manera de pensar, es que con plenos derechos actúan como árbitros morales del mundo que pueden otorgar, suspender o vetar a quienes consideren inapropiados o indeseables. Son empresas privadas y comerciales que fuera de algunos mandamientos oficiales como vetar la ‘pedopornografía’, el terrorismo o las palabras ilícitas, tienen el derecho de censurar a su antojo e imponer sus criterios y las leyes que les convienen, sin interferencia del poder público. ¿Qué tal si sus intereses coinciden con tiranos o malhechores?

También resulta irónico que estas mismas plataformas se han convertido en los mayores propagandistas de la violencia, en nombre de la libre expresión. Por su culpa hoy en día prima la opinión sobre los hechos, la emoción sobre la razón. Los políticos los utilizan como megáfonos, los extremistas más bárbaros para reclutar adeptos. Ellos mismos se enriquecieron a manos llenas con un Donald Tump que los adoptó para gobernar y comunicar con 89 millones de seguidores.

De repente despiertan para reprocharle lo que durante cuatro años hipócritamente toleraron, ¿porque perdió? Ante lo sucedido, los expertos sugieren que, por ley, ‘Gafam’ deben ser vigilados y controlados por el espacio público.