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Un negocio negro

Mis primeros artículos se gestaron en Tribuna, el periódico del Colegio Bolívar,...

1 de junio de 2012 Por: Laura Posada

Mis primeros artículos se gestaron en Tribuna, el periódico del Colegio Bolívar, un espacio que despertó mi interés por el periodismo y permitió entre los estudiantes afianzar un criterio autónomo y desenvuelto, único en esa época entre los colegios de Cali. Esta publicación, que completó 17 años y hoy es una moderna y nutrida revista, conserva la multiplicidad de opiniones que nacen del interés y del compromiso de los jóvenes de hacer parte activa de la sociedad, con temas de actualidad, de los que ninguno es ajeno. La siguiente columna fue escrita por una estudiante de Grado 11, cuyo nombre prefirió no decir, y quizás una de las posibles promesas de este apasionante oficio. Les comparto. “Aunque no lo crea, es muy fácil entrar a discotecas sin haber cumplido 18 años. El hecho de ser adolescente no es ningún obstáculo para rumbear, pues el uso de contraseñas falsas es la ‘solución’ a la prohibición de la entrada de menores de edad a estos lugares. Según José, la fuente consultada con el propósito de conocer el procedimiento sobre la ilegalidad de documentos, uno de éstos ‘papeles’ puede costar entre 50 y 35 mil pesos, dependiendo si el joven cliente escoge el número de su identificación o si se arriesga a tener uno con antecedentes, respectivamente. Es evidente que la adulteración de documentos en Colombia está al alcance de cualquier persona y Cali se ha vuelto una emboscada para la ley, en donde adolescentes frecuentan discotecas sin son ni ton, sin revisión ni exigencia alguna a la entrada. ‘Zambomba’ y ‘Valle Café’, en Granada, y ‘Favela’, en Menga, son ‘rumbiaderos’ donde ser menor de edad no tiene gran importancia, pues entre mi generación es bien sabido que ingresan relajados, sin necesidad incluso de presentar un documento ilegal. Es vergonzoso saber que la seguridad contratada para controlar el acceso a estos lugares se hace la de la vista gorda, ignorando por completo los riesgos del indebido y prematuro consumo de alcohol y drogas, tan latente en nuestra sociedad. José, el tramitador, les advierte a quienes aceptan comprar una contraseña falsa que no hay porqué temerle a la Policía, que no hay razón de azararse si sus carros patrullan las calles y les garantiza a sus clientes que no serán llevados a la estación. Si los ‘tombos’ los cuestionan, dice, es fácil convencerlos de que ese documento sí es legítimo o, en el peor de los casos, como también ha sucedido, se los quitan de encima con ‘cualquier cosa pa’ la gaseosita’. La Policía no solo está perdiendo el control sobre los jóvenes, sino también los propios padres, quienes muchas veces son cómplices y celebran este tipo de actuaciones en sus hijos. En ese sentido, la presencia de menores en sitios nocturnos, donde se exponen a un sinnúmero de riesgos, no debería ser permitida hasta tanto se cumpla su mayoría de edad. Aunque soy joven y son muchas las curiosidades que tengo, soy consciente de que todo llega a su tiempo y que querer ser adultos a la brava puede traer más consecuencias negativas que beneficios, así muchos no lo entiendan así. Veo con preocupación cómo mis contemporáneos se dejan tentar por lo prohibido, cómo queman etapas, cómo se desligan de lo fundamental y cómo van perdiendo esa esencia a la que curiosamente queremos regresar cuando somos mayores.Disfrutar sanamente es a lo que todos los jóvenes deberíamos apostarle. Y para ello, es fundamental contar con el acompañamiento de los padres, el adecuado control de los establecimientos públicos y la constante supervisión de las autoridades. Si no son ellos los del ejemplo, ¿quién?”.