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Más libros, más educación

Hace pocos meses compartí en esta misma columna la historia de José...

14 de junio de 2013 Por: Laura Posada

Hace pocos meses compartí en esta misma columna la historia de José Alberto Gutiérrez, conductor de un camión de basuras, que hace 15 años rescata libros que encuentra en desechos. ‘El señor de los libros’, como es conocido, es ahora un bibliotecario empírico y líder urbano. A través de su Fundación ‘La Fuerza de las Palabras’ se dedica a ampliar la red de bibliotecas comunitarias -van 25- y a formar intelectual y culturalmente a la población de San Cristóbal, donde vive en Bogotá.Consciente de que son las acciones las que generan el verdadero cambio -por mínimas que sean- y motivada por una historia tan fascinante como la suya, me vinculé a su campaña de recolectar libros, me propuse ayudarlo a alimentar las repisas de los lugares necesitados. Fue así como José Alberto me contactó con Alfonso Rivas, un administrador de empresas que participa en proyectos de economía solidaria y busca focos de necesidad en el Valle para trabajar con las comunidades más vulnerables y golpeadas por el conflicto armado. Además, le colabora a ubicar en este Departamento las donaciones que la Fundación recibe. Con la ayuda de un nutrido grupo de lectores, a quienes agradezco sus donaciones, reuní cerca de 1.200 ejemplares, entre ellos 4 enciclopedias completas. A los que aceptaron mi invitación, debo decirles que los libros quedaron en buenas manos. El domingo pasado viajé a Buenaventura para encontrarme con Alfonso, con quien me comprometí para hacer personalmente la entrega. Llegamos al Instituto Etnoartesanal Afroamericano, Ineafro, en el barrio El Campín, donde fuimos recibidos por Pedro Marino Barahona, su director, y Mercedes Benítez, representante legal de la Escuela Los Amiguitos, una subsede que se beneficia de este instituto. Su bienvenida fue tan calurosa como gratificante su alegría. Sacamos los libros y en un pequeño salón, que hace las veces de biblioteca, los acomodamos contra la pared, pues carecen de estantes suficientes para organizarla. Estos tres personajes, ángeles para la comunidad, saben que la buena educación parte de la buena lectura y coinciden en que una biblioteca para todos fomenta la creatividad, la sana convivencia y el buen uso del tiempo libre. Leer abre mentes y es una manera de mitigar las circunstancias difíciles en la que transcurre su cotidianidad. “La forma sabía de solucionar los conflictos es enfrentarlos con calma”, se lee en la pared que da paso a ese rincón del saber. De la biblioteca de Ineafro, ahora un poco más nutrida, se benefician 800 niños y jóvenes, entre 6 y 18 años, que vienen de diferentes barrios de Buenaventura y de veredas vecinas. La próxima jornada de donación de libros está programada para realizarse en la zona rural del Bajo Calima. Deben ser más los espacios destinados para la lectura y mayor el compromiso de todos para aportar desde nos corresponda. Qué bueno sería, por ejemplo, que los colegios privados prestaran en horarios determinados sus instalaciones deportivas y culturales, así como sus bibliotecas, a todos esos niños y jóvenes menos favorecidos que no tienen acceso directo a ellas. Una sencilla forma de multiplicar actividades sanas y de hacer parte de una solución a un gravísimo problema social. ¿Cómo estamos ayudando? Con que empiecen por donar un libro, está perfecto.***Paréntesis: A mi abuelo Manolo Suso, entre muchas otras cosas, lo admiro por sus años ininterrumpidos de estudio y trabajo, siempre enfocado en convertir su empresa en una auténtica servidora de la comunidad. Por eso es más que merecido -y comparto con orgullo- el Gran Premio Nacional de Ecología Planeta Azul, del Banco de Occidente, que recibió Arrocera La Esmeralda en días pasados.