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Después de los Juegos Mundiales

Absolutamente nada logró opacar la fiesta mundialista que vivió Cali durante 11...

9 de agosto de 2013 Por: Laura Posada

Absolutamente nada logró opacar la fiesta mundialista que vivió Cali durante 11 días. No lo consiguió la ausencia grosera de nuestro Presidente, tampoco la pobre transmisión de los polarizados canales privados y menos aún la ‘L’ que faltó en la medallería. Es claro que Santos no contará con votos de aquí para su reelección, que el cubrimiento de Señal Colombia y Telepacífico fue muy completo y que la satisfacción de haber ganado vale más que mil palabras, literalmente. ¿O es que acaso nuestra idiosincrasia cambia porque en el extranjero creen que vivimos no en Colombia sino en Columbia? De lo malo lo bueno, así que lo anterior no solo no empañó las justas deportivas, sino que terminó por convertirse en la mejor estrategia de mercadeo para vender y poner a hablar al mundo entero sobre los Juegos Mundiales. Y por supuesto de Cali.Parte del éxito se debe, incluso, a que el comité organizador asumió los errores -así como las críticas que produjeron- y los corrigió a tiempo, con altura y determinación. Con creces los sobrepasaron, lo que se notó en las graderías inundadas de personas, en el ánimo elevado de las competencias, en las barras emotivas hacia todos los equipos, en la prudencia de los asistentes. También en la alegría de la gente en la calle y en la curiosidad de las delegaciones por recorrer nuestra ciudad. Tantos factores que engalanaron a Cali y que, como anfitriones, nos permitió abrirle las puertas al mundo y mostrar lo que verdaderamente somos por esencia. Fuimos ejemplo de civismo, seguridad y organización. El esfuerzo se notó. Los resultados, a la vez, nos recuerdan el compromiso tan grande que tenemos con nuestra ciudad, sobre todo en ser conscientes de que debemos ser proactivos para aportarle a nuestro propio desarrollo. Estos Juegos Mundiales tal vez nos hicieron caer más en cuenta que en el Valle estamos viviendo un resurgir, que la cara de Cali ahora es distinta, que sus cambios han sido positivos y que de cada ciudadano depende que no sigamos cayendo en manos mañosas y bandidas que han impedido que nuestra ciudad se muestre como es, como se merece, como se lució durante esos 11 días de espectáculo deportivo. Ya pasaron los Juegos Mundiales, debemos dejar la nostalgia a un lado y procurar seguir consolidando el liderazgo que demostramos tener. Cali se encuentra en su mejor momento, con la autoestima subida, por lo que este es el mejor punto de partida para seguir reactivándola económicamente, luciendo sus espacios y mejorando la calidad de vida de todos. El impulso que nos trajeron estas competencias no puede frenarse, el sueño de seguir así no puede ser volátil, la actitud debe ser permanente, no a medias ni por ratos, como suele suceder. Ahora con cinco nuevos escenarios deportivos, otros tantos remodelados y los varios implementos de última tecnología y diseño para las diferentes disciplinas, el Municipio tiene el deber de seguir manteniéndolos en las condiciones en las que están, así como garantizar que sean de acceso y uso permanente para toda la comunidad. Es, al menos, una forma de reivindicarse con un campo que por tantos años lo ha mantenido relegado y desatendido.De eso dependerá no solo lograr el mismo éxito con los mundiales de patinaje artístico, hockey, ráquetbal, softbol y billar para los que fuimos escogidos como sede, sino, y lo más importante, para que la comunidad caleña siga contando cada vez con más y mejores espacios para la recreación y el deporte. Como quedó demostrado, la sana competencia es la mejor forma de unir y pacificar.