Columnistas
La corrupción y sus capítulos
Este escándalo hace parte de una larga sucesión de eventos que lo ubican, por tanto, como una fracción encadenada de la perversión del ejercicio político...
Hace un par de semanas ocurrió otra vez: un nuevo caso de corrupción sale a la luz y un tumulto de medios dirigen largos minutos de sus reportajes a lo que presuntamente sería un intercambio de contratos por votos en el Congreso. Todo se nos cuenta como parte de una trama, utilizando para ello elementos literarios sin los cuales sería imposible, conforme se informa, relatar el cuento: personajes, acciones, secretos, revelaciones. También son parte de esta crónica el nudo de la historia, los presuntos implicados, así como sus presuntos delitos. Toda esta historia se constituye de las estrategias utilizadas, tanto para cometer lo que se dice que cometieron y las artimañas para ocultar lo que en su momento desearon ocultar.
Un medio de comunicación, de tantos que han cubierto el hecho, lo nombró como el nuevo capítulo de corrupción. Los capítulos son, en términos generales, las partes que constituyen, dividen y ordenan cualquier tipo de libros o de obras dramáticas, como las novelas, por ejemplo. Aunque incómoda, la expresión parece precisa para describir lo que hoy ocurre y lo que, desde que yo tengo memoria, ha ocurrido en este país: una sucesión decepcionante de casos de corrupción, que develan la sistematicidad de un práctica egoísta y mezquina, esto es, el uso de la autoridad para fines personales.
Denominar este evento como el nuevo capítulo de corrupción sugiere dos ideas: primero, hubo capítulos que lo precedieron, de los cuales muchos de nosotros hemos sido testigos. Segundo, este capítulo se verá superpuesto por otros que le seguirán, de los que probablemente también seremos espectadores. E, indiscutiblemente, este caso de corrupción se halla justo en medio de un sinfín de casos que han ocurrido en el pasado y que, muy seguramente, un sinfín de casos que ocurrirán en el futuro.
Este escándalo hace parte de una larga sucesión de eventos que lo ubican, por tanto, como una fracción encadenada de la perversión del ejercicio político, así como de una prolongada historia a la que ya no le conocemos el inicio y, por lo que aparenta, a la que tampoco le conoceremos el final. De protagonistas diferentes, la trama cíclica de corrupción de nuestro país, sin inicio y sin final, es más un desarrollo perpetuo, que se alimenta con el sinfín de casos que se cometen cada tanto. El primer capítulo de esta trama corrupta está tan distante en el tiempo, como lo parece el capítulo final. No sabemos cuándo inició esta historia y, según aparenta, no tenemos muy claro cuando concluirá.
Dividida en capítulos, como una novela interminable, la historia política de este país parece condenada a dar vueltas sobre las mismas tramas: por un lado, unos funcionarios que utilizan sus cargos indebidamente para beneficiarse. Del otro lado, una población condenada a ser testigo de una trama que se repite, cosechando un desencanto por la clase política y una desesperanza en las instituciones que la constituyen.
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