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La cometa solitaria 143932

Diviso desde el balcón una cometa solitaria en el firmamento del atardecer...

31 de julio de 2012 Por: Mario Fernando Prado

Diviso desde el balcón una cometa solitaria en el firmamento del atardecer del domingo. Es una cometa que han elevado seguramente desde el barrio San Antonio. Esta a buena altura y al parecer el viento es amigable. Sola en ese cielo gris-azuloso, se yergue airosa como adelanto a otra de esas tradiciones de mi Cali: las cometas.Y así como vuelan esos papelillos multicolores pegados con almidón a un esqueleto de madera delgadísimo, así también vuela mi imaginación y me transporta a mi ya lejana niñez en que un trompo, una cauchera y un mango viche sin pelar eran toda mi fortuna que se acrecentaba en los agostos con esas naves que llegaban a las nubes.Mi tío Luis Cocha no solo era quien nos llevaba cada verano al cerro de La Horqueta o torre de la televisión por una estrecha trocha trayendo siempre como trofeo una o dos culebras que mataba y se las colgaba en el cuello, sino que fabricaba esos desafíos al viento que engalanaban las tardes con su vistosa y alegre presencia.Como buen artesano y regio bohemio, mezclaba la ingeniería aeronáutica con un sentido estético pintoresco que le hacia combinar estrambóticamente los colores y templaba el papelillo, hacia los tirantes y luego les colocaba una cola hecha de retazos de todo cuanto encontrábamos en el armario de mi abuela.Pero no solo cometas tradicionales: Luis Cocha se jalaba unos faroles que por esas cosas de la física no requerían cola y eran la envidia en los elevaderos de la estatua de Belalcazar, la colina de San Antonio, la loma de Miraflores, el Parque del acueducto y hasta los tejados de las casas.Parte muy importante de las cometas era la piola que se compraba por madejas en el almacén Washington y que debía tener un grosor determinando para que no pesara y permitiera que nuestras zurcadoras del espacio se elevaran al infinito. Mas no faltaban los malosos que les colocaban cuchillas de afeitar a sus piolas para acercarse con sus cometas asesinas a las nuestras y mediante un proceso de fricción, les rompían la cuerda.Otro enemigo de esta sana diversión eran los cables de la luz en los que solían enredarse nuestras rosas de los vientos y que por culpa de su recuperación murieron electrocutados algunos de sus elevadores pagando con ella su osadía.Al final de esas jornadas deliciosas, una paleta liz (¿o lyz?) era la mejor recompensa y ya anocheciendo, uno volvía a la casa con su cometa debajo del brazo a la que generalmente había que hacerle algunas reparaciones, parches que le colocaba Luis Cocha con magistrales esmero.Vuelvo a la realidad. La fuente de mi inspiración ha desaparecido. ¿Se la llevó el viento? ¿La deselevaron? ¿Se engargoló en algún árbol? Ya esta oscureciendo y comienza a titilar a lo lejos las luces de mi desbordada ciudad en donde hay otros muelles y unas nuevas cometas de plástico irrompibles cuando no unos pajarracos de tela que quizás volarán mas alto y mejor. Sin embargo, yo seguiré prefiriendo las viejas cometas del tío Luis Cocha que de seguro estará preparándose para elevarlas en los cielos del mas allá.

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