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Visitas ilustres del Taller

Hacemos Taller para comprobar que las palabras, esas criaturas frágiles, conservan su antiguo poder.

3 de julio de 2019 Por: Vicky Perea García

En el semestre que termina, visitaron mi taller de escritura Santiago Cruz, editor de la Unidad de Crónicas de El País, Édgar Collazos, profesor de literatura de Univalle, y Álvaro Riascos, fundador de una empresa de matemáticas aplicadas a la industria.

Las razones de la presencia del periodista y el profesor son obvias. Cruz es cronista, un género del periodismo que utiliza recursos de la narrativa literaria, y Collazos es novelista y filósofo, o sea un culebrero ilustrado. La presencia de Riascos obedece a su experiencia en proyectos que involucran tecnologías de inteligencia artificial, una materia que nos fascina a muchos brutos naturales.

Santiago Cruz, premio Simón Bolívar en crónica, nos dio una cátedra tranquila sobre el oficio pero nos dejó un tip inquietante. ¿Cómo se sabe si una crónica es buena?, le preguntó un jovencito cansón. Cruz le dio una respuesta zen: “Quítele el mejor párrafo”, le dijo; “Si se sostiene, es buena”. Después de tres días de pasmo, comprendí que nunca escucharé algo más agudo; que Cruz había descubierto la prueba de fuego de cualquier texto escrito.

Édgar Collazos, la única persona que lee los manuscritos de William Ospina antes que los editores, dijo dos frases oraculares; a saber: el cristianismo es estéril para la composición de tragedias porque el sacrificio de Jesús expió el conflicto, el pecado original, y la tragedia se nutre de conflictos dilemáticos. En suma, estamos trágicamente paila.

Cuando pensamos que ya había dicho lo peor, nos asestó esta paradoja: “El ingenio es enemigo del arte”. Quizá quiso decir que el arte no puede reducirse a un juego ni a pirotecnias más o menos vistosas, como en Cortázar, Wilde o De Greiff. Que el arte puede divertir en un primer momento, pero luego debe desvelarnos para siempre.

Matemático de los Andes, Kellogg de Stanford, investigador del FMI, consultor del BID, estudiante muy serio de la teoría de juegos y fundador de Quantil, una empresa de matemáticas aplicadas a la industria y las políticas públicas, Álvaro Riascos nos demostró, 2500 años después, que Pitágoras tenía razón, que el número es la esencia de la cosa, la Idea de la idea, la pepa de la sustancia. Lo que no es número, es filatelia, dijo.
¿Puede tener libre albedrío una máquina?, le pregunté para impresionarlo. “¿Puede ser libre un hombre?”, respondió. “Recuerde que estamos programados por la genética y la cultura”.

Estamos cerrando el primer semestre del año y convocando aspirantes para abrir el segundo semestre del Taller de Escritura Comfandi. Estudiaremos una brizna de sonido, el fonema, y un viejo instrumento de viento, el idioma español. Trataremos de sacarle partido y arrancarle los cuentos, las crónicas, los ensayos y los poemas que esconde, los que están encerrados en sus 27 letras desde hace casi mil años. Haremos cuentos porque es un género que huele a mil y una noches, a fabuladores nocturnos contando historias bajo la bóveda constelada de planetas.
Haremos poemas porque en la poesía el fondo es la forma, como en la música. Haremos ensayos, el lenguaje del pensamiento. Y haremos crónicas para que la noticia no muera, para que nunca olvidemos, por ejemplo, la muerte de un anónimo líder social.

Hacemos Taller para comprobar que las palabras, esas criaturas frágiles, conservan su antiguo poder. Y porque es un magnífico pretexto para repensar la casa y el país, y para recibir la visita de amigos como Santiago, Édgar y Álvaro.

Sigue en Twitter @JulioCLondono