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Sobre un género crucial

Alguien dijo que Dios hizo al gato para que el hombre pudiera...

18 de septiembre de 2014 Por: Julio César Londoño

Alguien dijo que Dios hizo al gato para que el hombre pudiera acariciar al tigre. El trabajo del ensayista de divulgación es semejante: nos permite a los mortales asomarnos al taller del genio. Creo que es el más necesario de todos los géneros porque es el que cierra la brecha que separa a los grandes creadores de nosotros, los “hombres de la calle”. Y enriquece las discusiones. Y amplía el área del ágora. Y nutre las neuronas del alma. En lo que sigue, reseñaré algunos de los ensayistas que me ayudan a sobrellevar el insomnio y a impresionar a mis amigos. El maestro del género es François Jacob. Sus libros nos brindan panorámicas de la historia de la ciencia, el arte y la religión en una prosa impecable. Sus conclusiones parecen sentencias de un oráculo inapelable: «Somos una terrible mezcla de ácidos nucleicos y de recuerdos, de deseos y de proteínas. El Siglo XX se ocupó de ácidos nucleicos y proteínas. El XXI va a centrarse en los recuerdos y en los deseos. ¿Sabrá resolver estas cuestiones?». Para ‘desasnarse’ en astrofísica, el indicado es Paul Davies, un ateo con sensibilidad de místico. No lo reseñaré aquí por falta de espacio (de espacio en mi cabeza, se entiende) pero puedo garantizar que en sus libros aprendemos como debe ser, con alegría. Si a usted le importa más el rigor que el lenguaje, no le pierda pisada a las colecciones Metatemas, de Tusquets, Alianza Universidad, de Alianza Editorial, y Drakontos, de Grijalbo Mondadori. Son libros donde los científicos más destacados del mundo le contarán, de primera mano, lo que está sucediendo en el frente de onda de las investigaciones. Aunque poco cultivada en Colombia, la divulgación científica ya tiene aquí maestros como Antonio Vélez, que escribió en una prosa sobriamente poética El principio y el fin, la historia de la vida, esa curva del carbono va de la bacteria al tigre, la mariposa y Mónica Bellucci. El ensayo de humanidades cuenta con tres nombres principales. El primero es Germán Arciniegas, uno de los pioneros en el mundo de la “historia privada”, es decir, del registro de la arista humana y los hechos menudos de los grandes sucesos. Arciniegas repensó la historia con una mirada americanista y un estilo feliz. En su obra se destacan América, tierra firme y Biografía del Caribe. William Ospina ha escrito con una prosa hechizada los primeros ensayos sociológicos legibles concebidos aquí. En dos de sus libros, Es tarde para el hombre y Los nuevos centros de la esfera, Ospina arremete contra la publicidad, el periodismo, la medicina, la educación, la ciencia y hasta contra el mismísimo dios de los hebreos, sin despeinarse y con un arsenal que combina erudición, sofismas y poesía. El que quiera conocer en dos horas la historia de los últimos mil años de América y Europa, debe leer Y Occidente conquistó el mundo. En esas cien páginas Antonio Caballero nos cuenta ese tramo de la historia que va del arte religioso al pop, de santo Tomás a Borges, de Dante a Supermán y de las ballestas de los cruzados a los misiles de los contemporáneos. El ensayo de divulgación cumple tres funciones vitales: satisface la pulsión de conocimiento de la especie, permite la obtención de la masa crítica necesaria para el debate y nos permite mirar por las rendijas esas fiestas del espíritu que tienen lugar en los laboratorios de los científicos, en los talleres de los artistas o en los conciliábulos de los pensadores.