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¿Qué pasa en la Santiago?

Pasan varias cosas. Demasiadas: un decano asesinado dentro del campus, un consejo...

9 de diciembre de 2010 Por: Julio César Londoño

Pasan varias cosas. Demasiadas: un decano asesinado dentro del campus, un consejo superior con más de cien miembros (!), burocracia, exceso de profesores hora-cátedra y un rector que atiende muchos frentes: la Santiago, el Deportivo Cali, la Unión Americana (un centro de educación superior con sede en Bogotá) y las investigaciones de la Fiscalía por presuntos manejos financieros irregulares.Y hay más. La Universidad está atrasada un año en los pagos de EPS, y ya completa dos años de atrasos crónicos en los pagos de sus aportes al fondo de pensiones. Esto significa que hay 1.200 profesores y 400 empleados desprotegidos en salud, y que cada uno de ellos ha perdido decenas de semanas de cotización para su pensión. Es decir, que se han perdido decenas de miles de semanas de cotización (los pagos atrasados se acreditan al capital de la cuenta del cotizante, pero las semanas correspondientes se pierden). En síntesis, los profesores y los empleados de la Santiago son trabajadores informales. Para completar el cuadro, los directivos adoptan ‘soluciones’ que agravan los problemas: están recortando la nómina sin respetar la antigüedad de sus colaboradores, ni las convenciones firmadas ni la legislación laboral del país. Las demandas por estas arbitrariedades van a costar varias veces la suma ‘ahorrada’ con los despidos. Pero lo más doloroso de todo es el silencio que rodea semejante desastre. Aún no se conocen los resultados de la investigación del asesinato del decano a pesar de que el sicario fue detenido en la escena del crimen. El sindicato guarda un silencio impúdico. Guarda silencio el Ministerio de Protección. Guardan silencio los líderes del Valle, ocupadísimos en sus mezquinos cálculos electorales. Los profesores y los empleados guardan un silencio nervioso y conmovedor. También los medios y los estudiantes, si exceptuamos el informe del domingo en El País, ‘El rector de la USC en su laberinto’, y la protesta del 21 de octubre de los estudiantes por la manera como los directivos los han ignorado en el cogobierno de la Universidad. Este silencio es imperdonable porque la Santiago no es una universidad cualquiera. El número de programas acreditados, la mística y la sapiencia de muchos de sus profesores, la dignidad de sus salarios, el prestigio de sus abogados, la humildad de sus estudiantes, su viejo y querido lugar en la historia del Valle y el impacto de sus investigaciones sociales la convierten en un actor central del perfomance de la región y en un pilar clave de nuestras fortalezas intelectuales. Como es una de las dos únicas universidades populares grandes del suroccidente colombiano, la importancia de su papel en la movilidad social de la región salta a la vista. Lo más urgente, lo digo con el corazón en la mano, es romper este silencio cobarde, abrir un gran debate sobre los problemas de la Universidad, pedirles a los tribunales celeridad en las investigaciones en curso, y convocar a los académicos y a las fuerzas vivas para que trabajemos juntos por la recuperación de la USC. Confiamos en que los directivos sepan explicar sin lugar a equívocos sus actuaciones. Si no, que tengan al menos un gesto final de grandeza, que piensen en esos 14.000 muchachos que sueñan y estudian en el campus santiaguino; que den un paso al costado y permitan el comienzo de una nueva era en la Santiago.