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Periodismo científico

El periodismo científico es un género nuevo que busca llevar información del...

13 de noviembre de 2014 Por: Julio César Londoño

El periodismo científico es un género nuevo que busca llevar información del mundo de la ciencia, especialmente de las ciencias duras, al lector de diarios (ciencias duras son aquellas donde las matemáticas tienen un rol importante, como física, química o biología).Los objetivos del periodismo son eminentemente sociales: formar la masa crítica necesaria para la realización de debates amplios sobre investigaciones polémicas, brindar al hombre de la calle la oportunidad de satisfacer su pulsión natural de conocimiento y aumentar el marketing de los productos de divulgación científica: publicaciones, juegos, webs, multimedia, etc. Lo de la masa crítica es así: si se logra que un buen número de personas tengan una comprensión aceptable de temas como el genoma humano, el neoliberalismo, las energías alternativas, la geopolítica, las políticas de salud pública o economía básica, estas personas actuarán como multiplicadores de información en sus comunidades. De esta manera, cuando se debata la conveniencia de clonar las células madre, extender el uso de la energía nuclear o evaluar las bondades del neoliberalismo, la opinión pública tendrá voz y voto en el debate. Si no, las grandes decisiones seguirán tomándose a puerta cerrada, al arbitrio de la ambición del industrial, la vanidad del científico y el ajedrez de la política. Gracias a las redes sociales millones de personas pueden alinearse en cuestión de horas y tomar decisiones tan dramáticas como las que llevaron al señor Zapatero al poder en España o produjeron el florecimiento de la “primavera árabe”. Desconocer hoy el peso de la opinión pública no es ético. Ni inteligente (que Zapatero y Rajoy hayan decepcionado y que la primavera árabe se haya marchitado con la celeridad de una rosa de florero, son harina de otro costal). Las ventajas de tener una población bien informada son obvias. Sobre la eutanasia, el aborto y las drogas se ha insistido tanto que todos sabemos de qué se trata. Si se convocara ya a un referendo para definir una legislación frente a la eutanasia, digamos, la votación sería masiva y consciente, seguramente prejuiciada pero consciente. Si el tema fuera, en cambio, “diga sí” o “no”, a la política neoliberal, la clonación de células madre o el mercadeo de alimentos transgénicos, el colombiano, el inglés, el chino, el marroquí y el noruego promedio no sabrían qué responder. Sin desconocer la trascendencia de estos argumentos sobre la importancia del ensayo de divulgación en general y del periodismo científico en particular, algunos humanistas defienden el derecho al “saber por el saber”. El ser humano, piensan, necesita saber porque sí, porque es curioso por naturaleza y encuentra placer conociendo. Frente al estilo que debe seguir el periodista científico, hay por lo menos dos posiciones: la ortodoxa, que es partidaria de abordar los temas con un lenguaje plano, y la poética, defendida por los que prefieren que la divulgación científica esté en manos de periodistas con buena formación en letras. A los ortodoxos les preocupa la tendencia de los poetas a “sacrificar un mundo para pulir un verso”. Yo creo que ambos, el ortodoxo y el poeta, pueden falsear los resultados de la ciencia. El primero por incapacidad verbal y el segundo por su manía hiperbólica. Pero el poeta es un señor con oficio verbal; si tergiversa, lo hace conscientemente. Si me han de apuñalar, yo prefiero que lo haga un cirujano.