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Quizá pocos sepan que la mayor pasión de Leonardo da Vinci genio...

29 de septiembre de 2011 Por: Julio César Londoño

Quizá pocos sepan que la mayor pasión de Leonardo da Vinci genio fue la cocina, que fue ‘Maestro de fortificaciones y banquetes’ de la corte de Ludovico Sforza y que en su carta de presentación ponía: “Soy hijo de pastelero, y cocinero de profesión. Sé construir puentes, fortificaciones, arietes, escalas, catapultas y unos ingenios secretos que no describiré aquí. Puedo tocar el laúd, plantear acertijos y resolver nudos (también pinto)”. Incluso montó una taberna con Sandro Botticelli, pero quebraron porque las porciones eran demasiado pequeñas y elegantes para la época. Su relación con Ludovico casi fracasa porque un día Leonardo le envió dos laboriosas maquetas de fortificaciones hechas en mazapán, y Ludovico se las comió. Inventó una máquina para picar cerdos en cubos, un mazo automático para matar las ranas que proliferaban en los toneles de agua, un laúd mecánico para amenizar los trabajos de los cocineros y un extractor de aire, unos fuelles accionados por caballos “para mantener la cocina libre de olores y hedores”. También inventó el sacacorchos, pero el artefacto quedó arrumado en un cajón porque entonces las botellas de vino se tapaban con cera. Las otras máquinas tuvieron un éxito discreto porque requerían más operarios que los que pretendían reemplazar. A regañadientes soltó sus peroles en 1504, cuando él y Miguel Ángel recibieron el encargo de pintar dos versiones de la batalla de Anghiani en sendas paredes de la Cámara del Concejo de la Signoria de Florencia. Miguel Ángel terminó su trabajo en siete meses, pero la pared de Leonardo quedó intacta porque el tiempo se le fue diseñando un andamio plegable. Su mayor aporte a la gastronomía fue el espagueti. Lo inventó un día que decidió cortar la ancha pasta de la lasagna en tiras finas para poder revolverlas bien con las salsas. Como era difícil comer los espaguetis con cuchara y los comensales emporcaban los manteles y las ropas, inventó rápidamente la servilleta y el tenedor. Algunos estudiosos, entre ellos Umberto Eco y Frank Sinatra, sostienen que el espagueti se popularizó en Italia después de 1945, cuando los norteamericanos lo envasaron en latas con albóndigas y salsa de tomate para paliar las hambrunas de la resaca de la Segunda Guerra. “Leonardo le puso un toque clave a la pasta, el laurel, pero murió sin conocer el tomate, que llegó a Europa desde México a finales del siglo XVI; y aun entonces era utilizado verde, como decoración de ropa y sombreros”, precisa Alessandro Baricco.Para cortar la lasagna en tiras delgadas, inventó una máquina que guardaba en una gran caja negra que no dejaba nunca, ni siquiera cuando se radicó en el Valle del Loira (Francia), donde vivió sus últimos años. Era una especie de pantógrafo de siete cuchillas articuladas y de una yarda cada una. Cuando Luis XII se aficionó al espagueti y le ofreció compra por la máquina, Leonardo se negó. Volvió a negarse cuando el rey le rogó que le permitiera copiarla. Muerto de vergüenza, Leonardo le regaló el cuadro de San Juan y le encimó la Monalisa. Por esto es que la máquina de hacer espagueti no está en el Louvre.P.D: Mañana a las 6:30 pm el director de cine Lisandro Duque dictará en el Banco de la República, con el auspicio de Comfandi, una conferencia luminosa: Imagen y reflexión. Entrada libre.