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¿Está loco William Ospina?

La columna del domingo de William Ospina en El Espectador sorprendió a...

1 de marzo de 2012 Por: Julio César Londoño

La columna del domingo de William Ospina en El Espectador sorprendió a todo el mundo. Nadie esperaba que él, crítico implacable de Álvaro Uribe, saliera a defender a Luis Carlos Restrepo, “un hombre generoso y bien intencionado cuyas acciones han estado gobernadas por el deseo de servir al país y de contribuir a la paz de Colombia”, dice Ospina, y recuerda el gran trabajo de Restrepo en la campaña “Mandato Ciudadano por la Paz, que propició el intento de negociación del conflicto durante el gobierno de Andrés Pastrana”. De inmediato su chat fue asaltado por una turba enfurecida que le gritaba facho, paraco ¡y hasta uribista!, epíteto que debe haberlo ofendido en lo más hondo. Otros, más benevolentes, sugirieron que el Premio Rómulo Gallegos había perdido la razón. Allí mismo, Ospina considera muy peligroso el enfrentamiento entre Uribe, exponente “de los nuevos poderes económicos y políticos que se han formado en Colombia en los últimos cuarenta años”, y Santos, que “representa a la vieja elite que gobernó el país durante más de un siglo”. Compara esta rivalidad con la que se presentó “hace setenta años entre el liberalismo ascendente y el conservatismo hegemónico”, y teme que ahora se produzca, como entonces, otro baño de sangre, otra espiral de violencia. Esto es falso y verdadero. Es verdad que Uribe es el ápice de un movimiento que empezó con unos señores de corbatas demasiado alegres que llegaron al Congreso en los tiempos de Julio César Turbay Ayala. Llegaron, se decía, llenos de dólares limpiecitos gracias a una lavandería instalada en el Banco de la República por su antecesor, Alfonso López Michelsen. “La ventanilla siniestra”, llamó la gente al foramen. Pero es falso decir que Santos representa a la vieja elite. No. Santos es un señor de la elite que lidera un gobierno muy variopinto. No puede ser de elite un gobierno que tiene roces frecuentes con los gremios económicos, les pone topes a los costos de la intermediación financiera, amplía generosamente la cobertura del POS, aprueba la Ley de tierras y tiene en su bancada a los senadores del PIN.En suma, son dos animales fabulosos: ¡Uribe es un revolucionario godo y Santos devino aristócrata socialista!En lo que sí tiene razón Ospina es en considerar peligrosa la pugnacidad entre este par de ornitorrincos. El uribismo es una fuerza agónica pero su coletazo puede ser letal. Si un señor tan visceral como Uribe logra conectar el descontento de las Fuerzas Armadas con el malestar de ciertos empresarios paisas del agro (concretamente con los que compraron tierras en los últimos 20 años en los Montes de María, el Bajo Cauca y el Urabá) y le suma el recalcitrante antisantismo de El Colombiano y El Mundo, tendrá un brazo político con buen músculo para atacar a Santos (iba a agregar que las Bacrim son su brazo armado y que las bombas pueden comenzar a estallar en todas partes, pero esto sería ya una ligereza de mi parte. ¡Detente, cálamo!) Tachar a Ospina de facho es una injusticia. Es como decir que Chávez es filósofo o Uribe ecuánime. Supongo que Ospina dijo lo que dijo porque conoce al otro Luis Carlos Restrepo, al humanista. No sería el primer psiquiatra esquizofrénico que registran los anales de esta noble disciplina. Una especie de Jekill & Hyde, digamos.