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A raíz del cierre de las compuertas de Hidroituango, hecho que secó el río Cauca y ocasionó una crisis económica para las poblaciones ribereñas del Bajo Cauca, hubo revuelo y opiniones encontradas. Las directivas del...

10 de abril de 2019 Por: Julio César Londoño

A raíz del cierre de las compuertas de Hidroituango, hecho que secó el río Cauca y ocasionó una crisis económica para las poblaciones ribereñas del Bajo Cauca, hubo revuelo y opiniones encontradas. Las directivas del proyecto trataron de minimizar la emergencia. Es un cierre temporal, dijeron, como si se tratara del cierre de un grifo, y los biólogos tuvieron que recordarles que la cosa no era tan simple. Que si un ecosistema es sometido a un evento súbito de estrés, su recuperación puede tardar años… ¡o no llegar nunca!

El Cauca no solo tiene que lidiar con la pujanza paisa. Soporta muchos más problemas y ‘responsabilidades’. Es el segundo río del país, tiene 1.350 km de longitud y una cuenca hidrográfica de 63.300 km2, nace en el departamento del Cauca y desemboca en el Brazo de Loba del río Magdalena, en Bolívar. De él sacamos peces, energía eléctrica, materiales de construcción y agua para la agricultura, la industria y la recreación. Atraviesa Cauca, Valle, Quindío, Risaralda, Caldas, Antioquia, Córdoba, Sucre y Bolívar y beneficia a 183 municipios (25% de la población nacional). Sus 89 municipios ribereños aportan el 11% del producto interno bruto del país.

En su primer gran tramo, desde el nacimiento en el Alto del Buey y hasta la Virginia, está sometido a muchas presiones: represas, descargas de aguas residuales de las ciudades y de la minería, agricultura intensiva, sedimentos por deforestación en las subcuencas tributarias, asentamientos humanos sin infraestructura sanitaria y lixiviados provenientes de basureros con poca o ninguna impermeabilización.

En Cali, el río tiene dos puntos vecinos y críticos: los lixiviados del antiguo basurero de Navarro y el vertimiento de las aguas del Canal Sur están a 6 km de la bocatoma de Puerto Mallarino, que abastece al 80% de la población de la ciudad. Esto impacta gravemente la calidad del agua, incrementa los costos de su tratamiento y provoca frecuentes cierres del suministro.

Desde el Puente del Hormiguero, los niveles de oxígeno del río caen en picada hasta casi cero en los vertimientos de la PTAR Cañaveralejo y de dos afluentes, los ríos Cali y Yumbo, situación que lo hace inviable para actividades recreativas y estéril para la flora y la fauna acuáticas.

Sobre el oriente de la ciudad, donde está la PTAR y vive la mitad de su población, sigue pendiendo la amenaza del rompimiento del jarrillón…
Según los expertos, la solución a los problemas del Cauca es compleja e implica la creación de un ‘frente de agua’, una gran minga de ciudades, departamentos y ministerios que desarrolle estrategias que cubran desde lo macro (reforestar las cuencas, afinar los POT, incluir los ríos en los planes de desarrollo, hacer valer las leyes ambientales y convertirlas en política de Estado) hasta lo doméstico (no verter aceite en el lavaplatos) y lo social: construir malecones para que la gente viva el río.
Podemos empezar con un frente de agua para Cali, Palmira, Candelaria, Yumbo y Jamundí. Sería estupendo que en lugar de discutir por enésima vez el inciso de cierto parágrafo de la JEP, o gastar billones en obras civiles de dudosa utilidad, invirtiéramos imaginación y recursos en la preservación de esos viejos amigos, los ríos.

Fuente: Alexandra Satizábal, MSc, investigadora asociada al Grupo Biología de Plantas y Microorganismos de la Universidad del Valle, alsatiza@yahoo.com.

Sigue en Twitter @JulioCLondono