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El factor emocional en la educación

Hace tiempo vengo dándole vueltas a la idea de un festival sobre educación, algo que ponga los focos sobre un tema ‘importantísimo’…

1 de marzo de 2017 Por: Julio César Londoño

Hace tiempo vengo dándole vueltas a la idea de un festival sobre educación, algo que ponga los focos sobre un tema ‘importantísimo’… que nunca ha sido urgente ni de dominio público. Todo el mundo tiene opiniones definidas, argumentos y hasta cifras sobre la guerra, la paz, las drogas y la eutanasia; incluso sobre la intimidad sexual de las personas. Sobre la educación, en cambio, las conversaciones sociales no pasan de discutir cuestiones sobre el cupo para el muchacho, el costo de la matrícula, el estatus del colegio, quizá los últimos resultados de las Pruebas Pisa, y pare de contar.

Mi idea consiste en hacer un festival con formato de paneles y conversatorios, cuyo eje temático sea el factor emocional en la educación, y una puesta en escena descaradamente mediática. Me explico.

Los panelistas deben ser personas ampliamente conocidas, destacadas en los campos de las ciencias, las artes o las humanidades, y muy buenos expositores. Se me ocurren los nombres de Patarroyo, Moisés Wasserman, Cecilia María Vélez, William Ospina, Francisco Piedrahíta, Rubén Blades, la diputada chilena Camila Vallejo, Chico Buarque, Yuval Noah Harari. Las entrevistas indagarán cómo fue su formación, qué pasó en su infancia, o después, que marcó su interés por el estudio, y qué estrategias o tácticas sugieren para que las clases sean más atractivas; una extensión del recreo, digamos.

Las entrevistas deben, también, tocar un momento dramático, trágico o feliz, de la vida del entrevistado.

Los entrevistadores serán intelectuales con experiencia en medios: María Elvira Bonilla, Gina Parody, Camila Zuluaga, María Lucía Fernández, Carlos Vives, Alejandro Gaviria, Daniel Samper Ospina...

El evento estará dirigido a rectores, profesores y público interesado en la educación. Los objetivos inmediatos son avivar la mística de los educadores y dotarlos de un arsenal de recursos pedagógicos poderoso y seductor. ¿Quién dijo que la educación tiene que ser jarta y autoritaria?

Los objetivos a largo plazo son dos: primero, que el festival sea replicado en otras ciudades, ponga de moda la educación y coadyuve a la formación de la masa crítica necesaria para que los debates sobre la materia tengan un foro verdaderamente público y nacional. Y segundo, que los avances en educación repercutan en la formación de mejores ciudadanos para que la democracia sea también participativa, no solo representativa, y deje de ser apenas una bonita palabra.

La filosofía del festival es simple: el conocimiento es un producto de creación colectiva; se construye en la casa, la calle y la escuela; los padres de familia y los profesores son coordinadores del proceso, no gurúes, y todo el corpus del conocimiento actual, exceptuando las proposiciones matemáticas y algunas teorías de las ciencias duras, es discutible.

Todo niño es un investigador, decía Freud. Todos están llenos de asombro y curiosidad, y ahora casi todos van a la escuela… donde algo pasa y ese entusiasmo empieza a declinar. Una serie de festivales como el que propongo, pueden encontrar las razones del desencanto, rediseñar los contenidos y afinar el método para que la educación no traicione su esencia, para que vuelva a ser una aventura de la inteligencia y la imaginación, un diálogo con la naturaleza y con el otro, la piedra de toque de la civilización.

Nota: El objetivo secreto de esta columna es que me roben la idea. Así no tengo que organizar nada; solo sentarme en platea y disfrutar del mayor espectáculo del mundo, la inteligencia en acción.

Sigue en Twitter @JulioCLondono