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El Bolívar de William Ospina

Cuando entré al Éxito de Chipichape y me topé de golpe con...

9 de septiembre de 2010 Por: Julio César Londoño

Cuando entré al Éxito de Chipichape y me topé de golpe con las pilas de los 50.000 ejemplares del primer tiraje del Bolívar de William Ospina en edición de lujo y a precio de quema, sentí, lo confieso, una punzada de envidia. Vean éste ya donde va, me dije, y yo, que le enseñé a escribir, todavía haciendo planas en hojas de papel periódico o en ediciones rústicas y tirajes gota a gota. ¡Pssss!En la página dos pensé: hay demasiada versificación en esta prosa, ese tono menor de la literatura que puede tolerar poesía pero no versos. En la página 20 la envidia me susurró: mucha reflexión y poca acción. Es un Bolívar pálido al lado de El general en su laberinto, y eso que el Bolívar de Gabo ya se estaba muriendo en las aguas del Magdalena. Y eso que Gabo ya había quemado los cartuchos más hiperbólicos en las fazañas del coronel Aureliano Buendía. Pero seguí leyendo. Con tal de no escribir yo leo lo que sea.Así me enteré de que Bolívar perdió a sus padres muy temprano, que jugó esgrima con los hijos del rey de España a los 16 años y que era buen bailarín, jinete y nadador. Que a finales del Siglo XVIII Europa aún padecía las monarquías, sí, pero también disfrutaba del romanticismo y la aireaban la ilustración francesa, el empirismo inglés y el racionalismo alemán, y que todas estas corrientes alimentaron las revoluciones criollas. Que América es un lento crisol que ha amalgamado asiáticos de hace 30.000 años, europeos de hace quinientos y africanos de hace cuatrocientos.Que nos independizamos de España dos veces: la primera gracias a que Napoleón la invadió y la segunda gracias al talento militar y político de Bolívar. Que gastó su fortuna, una de las más grandes de América, en la empresa de la Independencia. Que mordió muchas veces el polvo de la derrota y tuvo que huir hacia la Nueva Granada, hacia Haití, hacia Jamaica… Que en cuanto nos vimos libres del yugo español, la unidad americana hizo agua. El odio a España era lo único que nos unía. Que a Marx le pareció poca cosa la liberación de cinco naciones y escribió una denigrante nota biográfica de Bolívar para The New American Cyclopaedia. Que cuando Bolívar la estaba seduciendo, Manuelita lo interrumpía para terminar en francés o en inglés los versos que él apenas empezaba a citar. Que hay bronces y mármoles suyos no sólo en todas las ciudades de Latinoamérica sino también en el Central Park de Nueva York, en el Puente Alejandro III en París y en una plaza de El Cairo.Como si me hubiera oído, Ospina acepta que “García Márquez escogió al Bolívar de la derrota, visto con los colores del atardecer, con los matices del desengaño, ya de regreso de todas las cosas. Lo atrapó, sí, pero dejó afuera su infancia misteriosa, su adolescencia atormentada, sus batallas, sus triunfos, su intimidad con el poder y sus campañas desmesuradas”.En busca de Bolívar es un vasto fresco del mundo de los siglos XVIII y XIX, un asedio poético en clave de ensayo en torno al Libertador, un análisis de nuestra historia hecho con la cabeza pero también con el corazón, y tal vez la mejor biografía de uno de los personajes más biografiados de la historia. ***P.D.: Decepcionante el silencio del Gobernador del Valle y de Emcali frente las acusaciones de Ramiro Bejarano. No se trata de cualquier columnista, ni de cualquier diario, ni de una acusación menor.