El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

El Barney’s Dictionary

Los diccionarios son empresas utópicas. Su primer problema es el número: los...

6 de junio de 2013 Por: Julio César Londoño

Los diccionarios son empresas utópicas. Su primer problema es el número: los diccionarios aspiran a examinar todas las palabras de un oficio, un arte, una ciencia, ¡incluso una lengua! La segunda vanidad del diccionario estriba en que pretende definir los elementos de estos abigarrados universos con absoluta precisión. Soberbio, ambicioso, el diccionario olvida un adagio humilde: el que mucho abarca poco aprieta.Definir es muy difícil porque es una operación que debe abarcar y apretar: la definición tiene que ser tan amplia que quepan todos los elementos de una cierta clase, y tan estrecha que excluya los elementos de clases semejantes. Decir que una vaca es un animal cuadrúpedo, digamos, es dejar tan abierto el corral que algunas reses pueden terminar ladrando.Es por esto que los diccionarios son obra de sujetos maniáticos, como Benjamín Barney, el autor de Las palabras de la arquitectura.Esta materia tiene la ventaja de que está a caballo entre la ciencia y el arte, hecho que le permite aspirar al rigor sin desmedro de la poesía. Así, el libro de Barney aprovecha muy bien el bello vocabulario-base del gremio (volumen, luz, vuelo, aire, vacío, umbral…) para introducirnos en las precisiones propias del oficio, y explicarnos que los edificios aún se sostienen en las tres “zapatas” de Vitrubio: utilidad, solidez y belleza. Barney añade una zapata, la emoción: “interés expectante con que se recorre un edificio”, y acierta.Un diseño, nos dice, puede seducirnos con su ritmo (simetrías, repetición de elementos similares) o sorprendernos con una ruptura del orden, una variación afortunada. Puede inducirnos al ocio con las comodidades de los salones, a los específicos placeres del paladar con la específica funcionalidad de un comedor, a la concentración con el equilibrio de luz y silencio en un estudio, o al relax con el aislamiento de un dormitorio. Barney nos recuerda que alcoba no es sinónimo de dormitorio (la alcoba es un dormitorio dentro de otro espacio) ni patio sinónimo de solar. Cada página nos enseña algo a los legos: por ejemplo, que todas las fachadas del mundo están hechas de dos cosas: llenos (muros) y vacíos (los vanos de las puertas y las ventanas).Hay definiciones que a uno nunca se le ocurrirían. Suelo: superficie por donde se camina. Tierra: suelo natural desmenuzable. Solar: el último patio. Madera: material proveniente del tronco de los árboles. Hay palabras raras como xairo, preciosas como penumbra y horribles como proyectación, venezolanismo acuñado para distinguir el proceso de la concepción de un proyecto, de proyección, la representación gráfica de un volumen sobre un plano (ejemplo: la proyección gráfica de una esfera es un círculo. O una elipse). Cuando pasa trabajos, cuando las palabras no ciñen bien el objeto, Barney se apoya en las reveladoras fotos que Silvia Patiño (uno de los ojos más agudos del ramo en Latinoamérica) tomó en Cartagena, Mompox, Villa de Leyva, Honda, Barichara, Popayán, Cali, Bogotá, Perú y La Alhambra.Como buenas utopías, todos los diccionarios están condenados al fracaso. Aunque el de Barney no es la excepción, es justo aclarar que estamos ante uno de los más bellos y precisos fracasos que mis viejos ojos hayan visto.