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Dos muchachos brillantes

A Robert Hooke, genio singular de la física, le ha correspondido en...

5 de septiembre de 2013 Por: Julio César Londoño

A Robert Hooke, genio singular de la física, le ha correspondido en suerte un destino demasiado gris. Hoy solo lo recordamos por la ley de elasticidad y por sus sonadas polémicas con Newton. En realidad se ocupó de problemas de óptica, mecánica, geología, botánica, cartografía y astronomía, y fue, después de Newton, el hombre que estuvo más cerca de la formulación de la Teoría de la gravitación.En su juventud fue secretario de Robert Boyle, el de la ley de los gases. A los 27 años se le encomendó la dirección del laboratorio de la Royal Society. Su trabajo consistía en someter a la prueba del experimento las tesis que llegaban de Inglaterra y Europa. Disponía de una semana (la Royal se reunía los jueves) para evaluar trabajos entre los que podía haber alguno de Boyle, Newton, Pascal, Leibniz o Huygens. Ningún muchacho del mundo ha vuelto a padecer semejante responsabilidad. “Era de mediana estatura, algo encorvado, feo, cabeza grande, ojos grandes y saltones pero, como no hay nadie perfecto, rodaban sobre sus hombros unos hermosos rizos castaños”. (John Aubrey, Brief lives, Londres, 1698).Venía, como Newton, de una cuna humilde. También había sido becario en la universidad. Ambos recibieron distinciones a edad temprana. Newton fue nombrado profesor en Cambridge a los 27 años, la misma edad que tenía Hooke cuando fue nombrado director del laboratorio de la Royal. Y aquí terminan las similitudes porque, mientras Newton llevaba una vida monástica, Hooke era sociable, tenía una agitada vida amorosa y era asiduo de las tabernas, lugares donde cenaba, bebía y conversaba con los parroquianos hasta el amanecer.Cuando dos jóvenes tienen que repartirse el pastel de la gloria, la disputa es inevitable. Hooke aprovechó un descuido de Newton (poseía un instinto felino para saltar a la yugular de sus enemigos). Como la Teoría del color de Newton era sólida, atacó el modelo corpuscular (que era donde había encontrado inconsistencias entre los experimentos de Newton y su conclusión) y le exigió una demostración; algo imposible: aún hoy la naturaleza de la luz sigue desafiando a los físicos, hecho que se evidencia en el ecléctico modelo actual: ondulatorio-corpuscular-cuántico.Newton debió lamentar el haber violado su propio principio de no mezclar hipótesis (modelo ondulatorio) con hechos científicos (Teoría del color) pero se repuso y redactó una brillante respuesta capitalizando algunas inexactitudes del informe de Hooke. Siguió entonces una áspera polémica que desbordó los límites de la física y el decoro. Esto afectó mucho al susceptible Newton, que decidió, entre prudente y pueril, no publicar su Óptica.En abril de 1676 se realizaron con éxito en la Royal los ‘experimentos prismáticos’, que confirmaron la Teoría del color. Esto lo animó tanto que anunció la publicación de todos sus estudios sobre óptica, causando gran expectativa en la comunidad científica. La obra estaba muy adelantada cuando fue consumida por el fuego. Una vela que Newton dejó encendida por olvido sobre su mesa de trabajo mientras salía a cenar, se consumió sobre los papeles y el fuego se extendió a toda la habitación. El hecho estuvo a punto de enloquecerlo. Años después el trabajo fue rescrito y se publicó en 1704. Fueron 30 años de oscuridad para la óptica.