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Cita con los maestros

Cuando el poder y las discusiones se reducen a dos interlocutores, ellos terminan pensando que el mundo empieza y termina en los límites de sus negocios, y que lo que es bueno para ellos es, per se, bueno para el país.

26 de julio de 2018 Por: Julio César Londoño

En Colombia hay un puñado de escritores cuya voz pesa en la vida pública: William Ospina, Fernando Vallejo, Héctor Abad Faciolince, Enrique Serrano, Antonio Caballero y Mario Mendoza. Puede que sobre o falte alguno pero, groso modo, estos son, por la calidad y la cantidad de su producción literaria, la diversidad de los temas que abordan y la audiencia que tienen, los escritores que la gente escucha. Y es magnífico que un país escuche a sus autores, claro, pero al tiempo, qué pena que escuche tan pocas voces. En Colombia hay decenas de autores que tienen obras notables y que seguramente tienen mucho qué decir sobre los problemas del país.

En artes plásticas, la situación es peor. Salvo Doris Salcedo, que está realizando panfletos potentes y muy estéticos, el país no escucha a sus artistas (Botero renunció hace siglos a este derecho).

Tenemos por lo menos cien científicos de primera línea, pero solo escuchamos a Rodolfo Llinás. Solo él tiene micrófono para explicarnos los misterios del cerebro y los posibles nuevos caminos de la educación.

¿Qué piensan del país los filósofos, los antropólogos, los sociólogos, los psicólogos, qué nos aconsejan para encontrar nuestra identidad, qué ejercicios nos sugieren para exorcizar nuestros odios y aprender a discutir nuestras diferencias sin sacarnos los ojos en el debate? Nadie lo sabe. Sus foros son casi clandestinos. O sin el casi.

Por desgracia, los únicos que tienen voz y voto en el debate público son los líderes políticos y gremiales, dos estamentos importantes, sin duda, ¡pero son solo dos! Es estúpido y peligroso ignorar las otras voces, las de decenas de sectores. Cuando el poder y las discusiones se reducen a dos interlocutores, ellos terminan pensando que el mundo empieza y termina en los límites de sus negocios, y que lo que es bueno para ellos es, per se, bueno para el país.

La cosa pública es demasiado compleja como para dejarla en manos de los intereses de los gremios y del ajedrez de la política.

¿Cómo podemos superar la incomunicación entre los creadores, los académicos y la población? Lo ignoro, pero creo que una de las estrategias para lograrlo puede ser la que está echando a andar la Secretaría de Cultura del Valle, ‘Cita con los maestros’. Consiste en propiciar encuentros entre la gente y los creadores en los municipios del Valle. Es una buena manera de visibilizar a los creadores y romper esa barrera que existe entre el mundo de la ‘gran cultura’ y los colombianos de a pie.

Esta semana, William Ospina abrió el programa y está ofreciendo conversatorios en Cali, Palmira, Zarzal, Tuluá y Jamundí (hoy estará en Buga en el Teatro Municipal a las 3:00 de la tarde) posteriormente recorrerán el departamento Pedro Alcántara, Diego Pombo y otros artistas destacados del Valle.

Si la academia hace otro tanto con sus investigadores, si fortalecemos las consultas populares, si alguien convence al futuro mindefensa de que no censure la protesta popular, si Fecode amplía los pliegos de peticiones más allá de sus reivindicaciones laborales, y los gremios entienden que el mundo es más ancho y más rico que la esfera de sus negocios, estaremos dando un paso trascendental: el que va de la política representativa a la política participativa. Entonces aprovecharemos mejor los saberes y los quehaceres de la gente. Oíremos al fin las voces de nuestros sabios y estaremos cerca del día feliz en que la democracia dejará de ser solo una bonita palabra.

Sigue en Twitter @JulioCLondono