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Bazuco cuántico

Los libros de superación son un bazuco impreso (lo digo sin ánimo...

12 de enero de 2012 Por: Julio César Londoño

Los libros de superación son un bazuco impreso (lo digo sin ánimo de ofender al bazuco). Contienen un discurso acrítico que niega la realidad, el dolor y los problemas para instalarnos a todos en una nube de algodón rosada donde rumban los ángeles y la energía y todo puede conseguirse a punta de fe, autoestima, un puñado de pasos o leyes, generalmente siete, y un mantra: tú-puedes-tú-puedes-tú-puedes. Pero todo se supera, hasta la superación. Ahora sus autores han reencauchado el discurso con un arsenal de palabras pretenciosas: cuántica, campo mórfico, biología de las creencias, programación neurolingüística, epigenética (una especie de metafísica de la genética). Sin embargo, los nuevos textos de superación conservan el mantra y la base animista que la sustenta. El secreto, demos por caso, asegura que todos los deseos se cumplen pegando recortes de autos, mansiones y joyas en la nevera. El libro cita la palabra “cuántica” siete veces en cada página, sin explicar nunca qué diablos es eso ni qué relación hay entre la nevera, los sueños del pobre tipo y los postulados de la física de partículas. Hasta una psicóloga tan experimentada como Gloria H. entró en la onda. En su columna del martes se declara admiradora rendida del padre de la mecánica cuántica, el físico Max Planck (“Mark”, escribe Gloria) y detractora del “obsoleto mecanicismo newtoniano”. No, querida, Newton sigue vigente. La dinámica de los aviones que tomas, el equilibrio estático de la casa en que vives y hasta la óptica de tus lentes son cien por ciento newtonianos. Ah, también es de Newton el cálculo diferencial de las ecuaciones cuánticas.La física de Newton sigue rigiendo el mundo a escala humana, la de Einstein opera a escala estelar, y las partículas obedecen las órdenes de Planck. Ninguno de los tres, te lo aseguro, puede hacer nada por el buen hombre de la nevera.Entender la mecánica cuántica es muy difícil, no sólo por su intrincada matemática sino también, y sobre todo, porque sus conclusiones van en contravía del sentido común. Einstein, por ejemplo, nunca la entendió, y es muy improbable que la entienda siquiera un autor de superación. Es posible que la famosa “energía” de los “síquicos” esté empaquetada en quantums, como la energía de los físicos, pero ahí termina el parentesco entre la física y toda esa especulación seudocientífica.Combinar la psicología occidental, como ha hecho Gloria H., con algunas doctrinas de Oriente es un experimento interesante. Pero convertirla en un popurrí de términos exóticos no le hace ningún provecho a la majestad y la precisión de esa noble ciencia. El nuevo Estatuto del Consumidor contempla, por fin, sanciones para la publicidad engañosa, contra el estafador y contra el medio cómplice, radio, prensa o televisión; contra esos sujetos que venden bálsamos para adelgazar en minutos o métodos para aprender mandarín roncando. Creo que deberían sancionar también a esos autores que ofrecen el producto suma, la felicidad, envasado en un libro “cuántico”. Lo que está en juego es la salud mental de la población. A todos los problemas derivados de la incultura de las masas, los manuales de superación quieren agregar uno mortal: llenar el mundo de zombis “felices” a punta de bazuco cuántico. ¡Jesús!