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Vuelvo y juego

En los primeros años 60, para escribir hacía uso de una caja...

13 de octubre de 2015 Por: Jotamario Arbeláez

En los primeros años 60, para escribir hacía uso de una caja de madera que ponía enfrente de mi camastro -en un quinto piso desde donde veía el Club de Tenis-, metía las piernas peludas en su interior, colocaba encima la Hermes Baby que trajera de San Andrés, único sitio al que había viajado y ¡hágale mijo!Nunca fui adicto al tinto ni al cigarrillo. Por tanto la inspiración nadaísta me llegaba por la vía de la abstinencia. Podía pasarme 72 horas sin levantar la cabeza. Los escritos, por lo general contra el mundo, las instituciones y la vida que nos legaron, eran bien recibidos en los periódicos locales y en las revistas de vanguardia del exterior. Había que apoyar la promesa. Quizás sería un Jorge Isaacs.Cuando estaba por desmayarme me dirigía al hotel-mama, y allí me ponía a paz y salvo con las hambres atrasadas y por venir. Y así fueron pasando los años sobre los años. Cuarenta años después, ya no estoy en Cali. En la caja de madera enterré la anticuada máquina de escribir y las fotos de mis amores. Ahora miro las luces de la soberbia Bogotá desde una colina, cuento para expresarme con una coqueta computadora portátil, estoy rodeado por todos mis libros en orden de adquisición, por todos los cuadros de mis amigos vivos y muertos, por mis acetatos, casetes y CD de música sacra, calipso y rock.En este momento suena Cirrus minor, de Pink Floyd, y ya no está la mariposa negra. Pico finas rodajas de un choriza español y me acompaño de un vodka con mucho hielo. Lo extraño es que sigo escribiendo casi lo mismo. Pues si bien he pisado 15 países, todavía no he terminado de pasar a limpio los borradores pergeñados en la Hermes Baby. Y la composición de poemas la he trasmutado por la de notas de prensa, en las que al comentario de lo que pasa añado el jugueteo literario de lo que queda.¿Será un estancamiento que uno no cambie de temas y de actitud pasada la vida, o será una traición si se cambian? En verdad que ha cambiado el mundo, y no es extraño que a ello haya colaborado nuestro sempiterno tecleo. Pero nuestros hijos nos hacen las mismas reclamaciones que hicimos a nuestros padres. No nos cayó la bomba atómica pero no se acabó la guerra. La revolución que buscamos se operó en otros frentes, menos en la liberación de los pueblos. Por lo menos se liberaron las mujeres, los negros y los maricas. Así como hoy es el mañana de ayer, también es el ayer de mañana. Lo que del ayer transportamos es el fardo para el futuro. No podemos perder la rabia, aunque ahora el dentista nos permita sonreír con mayor primor. Podríamos convertirnos en escritores de insuperables libros de superación, tal vez nos lloverían oro y aplausos. Pero, ¿en dónde quedaría nuestro empeño de cuestionar la existencia? Que por dorada que se la pinte no deja de ser un trauma mientras exista la muerte.Lo raro es que siguen apareciendo jóvenes que dicen encontrar en el nadaísmo su razón de existir. Y mujeres que alcanzan en el nadaísmo una plenitud amorosa. Y políticos que piensan que es el nadaísmo camino seguro al poder. Y místicos sin Dios que ven en el nadaísmo la consagración del espíritu. En esa doctrina tan despojada que nunca tuvo nada para repartirle a nadie. A la que le hemos consagrado sus eremitas sobrevivientes más de 50 años terrestres. Hemos errado por la verdad y no nos es desconocido el conocimiento. Pesamos la sabiduría y la encontramos falta de seso. Puros filosofismas de distracción serían nuestras reflexiones. Sólo a la belleza le hicimos cama en el alma.Es posible que estuviéramos equivocados, pero con estas equivocaciones se hace la historia. No con engaños ni mentiras. Y a la historia que hicimos nos acogemos.

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