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Policías y poetas (2)

Empanadas, obleas y poemas son los nuevos objetos de persecución del Código de Policía

25 de marzo de 2019 Por: Jotamario Arbeláez

Empanadas, obleas y poemas son los nuevos objetos de persecución del Código de Policía, para aliviar a los agentes del orden del control ya extenuante de las dosis mínimas de marihuana, cocaína, bazuco y otras polvorosas lisérgicas, como se expurgaba antes de las bibliotecas los libros marxistas y se olfateaba la propaganda subversiva en los allanamientos. La sacramental e ininteligible burrada actual se endilga a un buen número de senadores, según se ha divulgado Germán Varón, José David Name, Juan Manuel Galán, Óscar Fernando Bravo, Telésforo Pedraza y el entonces ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, a quienes se ha agregado los nombres de Claudia López y Roy Barreras.

De semejante maraña de manos disímiles es entendible que haya salido una ley ininteligible (si así va a estar redactado el Plan Nacional de Desarrollo, líbranos Señor). La mayoría alega en su descargo ante los micrófonos los verdaderos alcances de la medida: “La defensa del espacio público de las mafias que lo manejan”, y se quejan de lo que ha sido errónea la interpretación por parte de los desinformados agentes, por falta de la debida inducción de sus superiores. O sea que los brutos son otros, y como siempre termina pagando el más débil, o sea los policías, aunque en esta oportunidad sean quienes manejan popo y bolillo.

El oso ha sido nacional y mundial. Que en el barrio La Castellana de Bogotá, al ciudadano Steven Claros se le haya extendido comparendo por $833 mil por comprar una empanada en un expendio de la vía, raya en lo inaudito. La solidaridad ciudadana y el deseo de volver el caso más vergonzoso hicieron que por las redes se organizara una vaca para cancelar la insólita multa, la cual al final fue suspendida por la autoridad cuestionada. A ello se suma el comparendo a Erika Tatiana Martínez, quien denunció por las redes que un policía le hizo el comparendo a la entrada de su oficina en Teusaquillo, por haber preguntado por el valor de una empanada que ni siquiera compró.

El que sí compró una oblea, y se la comió, en La Candelaria, hace tres años, fue el emperador del rock Mick Jagger, quien recibió en su residencia de Londres, de parte de la Secretaría de Seguridad de Bogotá, una multa retroactiva por los famosos $883 mil, 218 libras esterlinas, por “promover o facilitar el uso u ocupación del espacio público en violación de las normas y jurisprudencia constitucional vigente”. El documento viajó por 4-72 y le llegó hace pocas semanas. “That’s fucking mental, your mother will pay for it”, dicen que repetía el cantante frente al buzón de su casa, frase que no me atrevo a traducir porque la segunda palabra me suena mórbida y el resto es un irrespeto a la autora de los días de la autoridad colombiana, que el astro rey debía respetar.

Otro comparendo, esta vez en Sincelejo, y por 220 mil pesos, le fue aplicada a un menor de 14 años, como irrespeto a la autoridad, por haberle preguntado a un policía en son de gracejo, que si le gustaban las empanadas.

Ahora, en las calles de Usaquén, se ha presentado otro caso que ya es la ñeca. Lo denuncia William Ospina en su columna de El Espectador: “Un joven poeta, Jesús Espicasa, que sale a las calles con una vieja máquina de escribir, para ofrecer sus poemas a los viandantes, había instalado su máquina en una de las calles de la localidad de Usaquén, cuando llegó un agente de Policía a solicitarle que recogiera sus cosas. En medio del procedimiento, uno de los uniformados le pidió al poeta que lo acompañara hasta el CAI, donde le impusieron una multa del tipo A, la más cara, de $833 mil, casi US$300. Y cuando alguien le preguntó al agente cuál era el delito cometido, el uniformado se permitió decir burlonamente que el muchacho era “traficante de poemas”.

Más bruto que un policía, solía decir mi padre en ocasiones parecidas. A este agente se le abona, al menos, el sentido del humor.

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