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Días en La Habana

Arrellanados en sillones en su balcón del segundo piso de un edificio...

9 de diciembre de 2014 Por: Jotamario Arbeláez

Arrellanados en sillones en su balcón del segundo piso de un edificio que conserva los aires de un pasado esplendor, en la esquina de Reforma con Calle 3, en La Habana, Cuba, enfrente de la casa donde Álex Pausides me ha albergado con mi familia, una pareja de ancianos inmóviles desde tempranas horas de la mañana miran pasar el tiempo y la vida. Pasa el barrendero que bostezando recoge de mediacalle una mandíbula de perro, el hombre de afiladas tijeras ofreciendo podar los barbudos antejardines, tres niños tras un bate de béisbol, pasa un taxi desorientado, el hombre de la carreta con su caballo pregonando tamales, el ladrido de un perro buscando al otro, pasa el viento pateando el balón del aire, pasa el sol de Oriente a Occidente. Pero tanto el tiempo como la vida parece que no pasaran.También me estarán viendo pasar las páginas aceleradas de Así pasó todo, el libro de Enrique Santos Calderón que traigo como lectura de vacaciones, y que me abre los ojos acerca de cómo fue cuajando este proceso de paz, que maneja con garrote de zanahorio el discípulo nadaísta Humberto De la Calle Lombana. Ante todo se deja en claro que, así parezcan los mismo, una cosa son los campos de batalla y otra los campos de paz, y que desde antes del principio se acordó que lo uno no interfiriera lo otro. Voy señalando en amarillo párrafos capitales: “Hay quienes apuestan a que el conflicto terminará en pura criminalidad. Nosotros le apostamos a una salida digna”. “El estigma no es haber empuñado las armas. Es no saber deponerlas”. “Un fracaso plantearía sombríos escenarios de renovada violencia política. Pese a que las Farc y el ELN no tienen la fuerza de los años anteriores, una ruptura podría agudizar la guerra y empujarlos a alianzas tácticas con bandas criminales, o a formas imprevisibles de terrorismo”. “Con sólo mil guerrilleros se puede hacer ingobernable un país”, advirtió ‘Pablo Catatumbo’ a fines de 2013. “Así suene a chantaje, habrá que tenerlo en cuenta”.En el teatro Karl Marx, adonde nos conduce nuestra adorable y eficaz guía Marlene Alfonso, con capacidad para 5 mil personas y donde en este momento no cabe un alma, se da comienzo al Festival de Cine de La Habana, donde desfilan en traje de gala cientos de películas de todo el mundo, 21 latinoamericanas en pos del Coral, entre ellas por Colombia Tierra en la lengua de Ramón Mendoza, Los hongos, de Óscar Ruiz, porque la de Sergio Cabrera, Todos se van, basada en una novela de Wendy Guerra, participa fuera de concurso. Aparece en pantalla el inefable Fidel con la misma barba sin remojar, y da gracias a Gabo, a quien está dedicado el evento, por todo lo que hizo en su país por el cine, y luego aparece Gabo haciendo un reconocimiento a Pablo Milanés al describir su casa donde sólo hay espacio para la música y, para sorpresa nuestra y del público, enseguida aparece en física persona Pablo Milanés con su orquesta, interpretando para empezar Yolanda y El breve espacio en que no estás. El teatro se desploma con los aplausos pero de inmediato lo reconstruye el socialismo con renovados aplausos, al finalizar la espeluznante película argentina Relatos salvajes, de Damián Safrón.Por la noche, en el Hotel Nacional, mientras remojamos la lengua con sucesivos mojitos, y en medio de los delegados del Caricom, nos topamos con el señor embajador Gustavo Bell, acompañado por el Secretario de la Asociación de Estados del Caribe, para la cual hicimos el libro El Gran Caribe, un mar con 12 premios Nobel (y casi nadie lo sabe) -que casi nadie ha leído porque a casi nadie ha llegado-, a quienes invito a mis 7 conferencias y charlas en la isla sobre el nadaísmo y el proceso de paz. Me dice que recibió nuestro manifiesto A la mierda con la guerra y que se lo pasó a De la Calle. Que lo llame y almorzaremos.

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