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Conferencia médica con fe

He recibido a Cristo en el corazón y no tengo empacho en proclamarlo esta noche ante tan selecta como numerosa representación de cardiólogos, capaces de hacer un trasplante al propio corazón de Jesús sin apagar la velita.

17 de abril de 2017 Por: Jotamario Arbeláez

He recibido a Cristo en el corazón y no tengo empacho en proclamarlo esta noche ante tan selecta como numerosa representación de cardiólogos, capaces de hacer un trasplante al propio corazón de Jesús sin apagar la velita. No van a escuchar pues, de mí, ningún concepto maldiciente ni malsonante, pues me siento refrescado por el viento paráclito, que desde hace algún tiempo guía mis parábolas. He regresado al redil del Espíritu Santo, y mandado a freír espárragos al espíritu demoníaco que me soplaba algunas de mis proclamas. Qué paradoja. Escribí unos poemas inspirados por el demonio y me los premió la Santísima Trinidad. Ahora con Dios me acuesto y con Dios me las levanto. Hasta para ir de parranda voy con Jesús en el corazón.

Respecto del tema de la violencia, esa sí que nos gustaba antes de volvernos hippies, cuando éramos más famosos que Jesucristo y los Beatles juntos. “Violencia es lo que necesita este puto país”, gritaba un alucinado por la calle Junín mientras lo conducían a la permanencia, y nosotros le hacíamos coro. Habíamos oído de un filósofo existencialista que decía “La libertad es el terror”, y nos lanzamos al libertinaje. Fuimos terroristas verbales y nos aplicaron el consejo verbal de guerra. Hasta que llegaron a nuestro corazón Gandhi y John Lennon. Entonces nos convencimos de que no había que hacer la guerra, sino el amor. Y si había guerra, hacer el amor en la guerra. Y si ella se dejaba, hacerle el amor a la guerra. Esa es pues, mi posición actual, que espero no los defraude. No sé cuántas personas mueran diariamente de hambre, aunque por internet me llegan las estadísticas, que prefiero no leer a la hora del desayuno, ni del almuerzo, ni de la comida. Frente a un niño que muere de hambre, decía Sartre, la Náusea no vale como un contrapeso. Eran los tiempos en que lucía más elegante tener hambre que indigestión. Ahora me doy el lujo roñoso de dar los tres golpes diarios, sobre los dos principales muebles de casa, pero con las gracias al Padre por los alimentos terrestres que me pone en el comedor, le pido perdón por comer mientras tantos millones fallecen de inanición.

Parte de la explicación de mi conversión se debe a que unos espíritus selectos de la cuerda de Jesucristo me reclutaron para hacer parte de un cisma crístico que prepararía la segunda venida y atajaría las marrullas del Anticristo. Y me prometieron numerosas prebendas si me sumaba a la conspiración celeste. Entre ellos cinco premios de literatura. Ya me dieron tres premios nacionales de poesía. Y me concedieron el Premio Internacional ‘Chino’ Valera Mora, que cancela la Fundación Rómulo Gallegos, de Caracas. Me falta el quinto, que ya se imaginarán ustedes cuál es. De modo que el que no se arrepienta y convierta ante la vislumbre de Estocolmo, o es porque tiene mucho huevo o es muy mamerto. Hablo de ello esta noche porque muchos de ustedes saben de este penúltimo premio pero no todos. Ya que la prensa ha hecho un elocuente silencio al respecto. Cuando se lo ganaron Gabo y Fernando Vallejo fueron grandes los despliegues. Con el ingrediente de que Vallejo lo donó a los perros de Caracas y García Márquez a los del MAS (Movimiento al Socialismo). Yo apenas doné una parte a los damnificados de los huracanes sobre el azúcar de Cuba. La diferencia de actitudes periodísticas se explica porque entonces no estaba gobernando Chaves, sino otros presidentes que se embolsicaban el petróleo. Sólo tuvo amplia resonancia la noticia a través del correo envenenado de Harold Alvarado Tenorio, a quien le agradezco su comentario de que no me lo merezco. Cobo Borda me llama el primer poeta del chavismo. La pinga de Bolívar. Le contesto que a mucho honor, pero no tanto por Chaves sino por los ‘chavos’ del premio de cien mil dólares. (Continuará)

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