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Sueños e ilusiones

La revista ‘The Economist’ resumió las elecciones presidenciales diciendo que Santos ganó...

23 de junio de 2014 Por: José Félix Escobar

La revista ‘The Economist’ resumió las elecciones presidenciales diciendo que Santos ganó “con la promesa de la paz”. ‘Semana’ fue más escueta: “Ganó la paz”. El presidente reelecto dijo varias veces que los colombianos habían votado por el “sueño”, por la “ilusión” de la paz. ¿Desde cuándo los sueños y las ilusiones vencen en las elecciones de una democracia añeja y conformada como la nuestra? ¿Sirven los sueños y las ilusiones para dar seguridad a las ciudades, contribuir a la generación de empleo, dotar de ingresos estables al campo, apoyar el desarrollo de las regiones más atrasadas del país?En la realidad cotidiana, sueños e ilusiones sirven muy poco. Fueron los publicistas de la campaña de Santos los grandes triunfadores: lograron que un sector mayoritario del electorado ‘comprara’ los sueños e ilusiones que con gran eficacia -y con grandes riesgos ideológicos- ‘vendió’ el presidente Santos. El mayor acierto electoral del equipo del candidato triunfador consistió en trocar un tema de estado (la búsqueda de la paz) en propuesta de campaña. La gente mordió el anzuelo, aunque en sus prioridades racionales la paz con la insurgencia no era la primera.Por supuesto que hay temas más urgentes y en casi todos ellos Santos mostró muy poco en sus 4 años de gobierno. Como era tan fácil medir la escasa labor concreta de un gobernante acostumbrado a anunciar y a anunciar, pero poco proclive a cumplir lo prometido, los genios de la publicidad se la jugaron toda por el sueño y la ilusión de la paz. Vale la pena repasar las insensateces que pusieron a decir a Santos: que se acabaría el servicio militar obligatorio, que las madres no deberían prestar a sus hijos para hacer la guerra, que cualquier contradictor era un enemigo de la paz, que como una pócima mágica la paz significaría de inmediato la suspensión de los gastos militares para edificar los sueños y las ilusiones con esos dineros. Sencillamente inaceptable para alguien que presuma de estadista.En contiendas tan cerradas nadie gana sin contar con las correlativas ayudas que dan los rivales. En el fondo la pasada campaña se estableció como un pulso de honor, como una batalla de egos desbocados entre el expresidente Uribe Vélez y el aspirante a la reelección. Y triunfó Santos, pues ni Uribe ni Zuluaga detectaron a tiempo que el común de la gente en este país está harta de insurgencia y de conflicto interno. La gente quiere la paz, aunque sea la ilusión y el sueño de la paz que les vendieron desde la campaña de Santos. Y los perdedores se dejaron encasillar como enemigos de la anhelada paz.El presidente Santos no la tiene nada fácil, pues entre toda esa variopinta amalgama que unió en contra de Uribe Vélez, muchos van a quedar descontentos. Ahora que está de moda la transición en la monarquía española, vale la pena recordar a Santos una frase de Cervantes que usó Felipe VI en su discurso de proclamación: “No es un hombre más que otro si no hace más que otro”. Su gobierno deberá hacer cosas antes que seguir prometiéndolas, tal como se lo ha recordado ‘The Economist’.Capítulo aparte merece el caso del expresidente Uribe Vélez. A sus 62 años debe mostrarle al país todo su valor como estadista y, si entiende cuál es su lugar en la historia, será un guía importante para el futuro de la patria. Una pregunta final: ¿Cuándo abdicará ese soberbio emperador que lleva por dentro?

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