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No con los niños

Lo más condenable del derribo del avión malasio que volaba sobre el...

21 de julio de 2014 Por: José Félix Escobar

Lo más condenable del derribo del avión malasio que volaba sobre el este de Ucrania no es –en nuestro sentir– el acto en sí, salvaje y bárbaro como pocos. Lo vergonzoso es que en el vuelo viajaban 80 niños. No faltarán los que tratan de justificar los actos atroces diciendo que los terroristas prorrusos no tenían cómo saber que en ese avión iban tantos niños. Pero en los estadios elementales de la inteligencia humana se ubican las presunciones. Cualquier ser medianamente racional podía suponer que entre los pasajeros de un vuelo comercial podía haber decenas de niños. Y además, era esencial predefinir que todos los pasajeros de esa aeronave eran civiles desarmados, ajenos por completo al conflicto que arrasa el oriente de Ucrania. Todo acto bélico indiscriminado merece la más severa condena. Los tatucos que se arrojan a los pueblos colombianos tienen muchas más probabilidades de errar sus blancos que de acertarlos. Igual sucede con los misiles que se lanzan desde Gaza contra el territorio israelí. Pero igualmente condenables son las respuestas demoledoras, en las cuales ejércitos bien pertrechados hacen tabla rasa en regiones enteras. Nadie parece pensar en los niños y en sus vidas que se truncan en horas tan tempranas, sin saber cómo ni porqué. A los bárbaros hay que decirles: no con los niños, por favor.Hace tiempos se insiste en la paulatina degradación de los conflictos bélicos. En la Primera Guerra Mundial que se desató hace un siglo, con saldo de 10 millones de muertos, casi la mitad de las bajas fueron civiles no combatientes. Se calcula que los terribles sucesos de la Segunda Guerra Mundial, con sus más de 50 millones de muertos, arrojaron un 60 % de bajas civiles. El desenvolvimiento mismo de este conflicto es ilustrativo: comenzó con un ataque del ejército alemán contra el ejército polaco; y terminó con una horrible mezcla de genocidios, campos de concentración y bombardeos a ciudades enteras. ¿Cuántos millones de niños murieron? Nadie lo sabe con certeza. Hoy la extensión de las tácticas terroristas y la vigencia de las guerras irregulares siguen cobrando vidas inocentes. Podría afirmarse que en la actualidad la inmensa mayoría de víctimas de los conflictos armados son civiles no combatientes. Pero no es necesario llegar hasta la máxima expresión de la violencia. Todos los días llegan noticias en las que se pone de presente cuánto se ha extendido el desprecio por la integridad de los niños. Un hogar de paso en México acaba de ser allanado por las autoridades de ese país, quienes han comprobado que las denuncias sobre continuos malos tratos a los niños eran ciertas.Y lo que ha sobresaltado a la gente en los últimos días: niños de Honduras, Guatemala y El Salvador son alentados por sus propias familias para que se aventuren a cruzar México, con destino a la frontera con Estados Unidos. Nadie sabe si llegarán o en qué condiciones lo harán. La excusa es la pobreza de sus comunidades, pero ello no parece ser cierto. Los niños son enviados al norte para que continúen con el ciclo del envío de remesas desde los Estados Unidos hasta sus sitios de origen. El periodista salvadoreño Joaquín Villalobos ha descubierto las razones de ese tráfico infame: la llegada de remesas desde el norte ha destruido el aparato productivo de esos países, y ahora la gente prefiere esperar el giro antes que trabajar y esforzarse.

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