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Los no demócratas

Proliferan en el mundo actual. Se trata de gobernantes que entienden que...

16 de septiembre de 2013 Por: José Félix Escobar

Proliferan en el mundo actual. Se trata de gobernantes que entienden que el oficio de mandar solo necesita de un barniz de democracia. Que en el fondo, detrás del ejercicio de la autoridad, se emboza ese tirano que muchos llevan por dentro. Todos, por supuesto, aman las elecciones, pero en la versión abusiva y tramposa que les otorga legitimidad ante el resto del mundo. Todos odian la crítica y buscan por cualquier medio acallarla y encauzarla. Todos, en su afán de moverse entre comparsas, luchan sin descanso por avasallar a los demás poderes públicos.Hoy nos detendremos en dos ejemplos. Vladimir Putin es el primero de ellos. La opinión pública norteamericana se sorprendió cuando la semana pasada el New York Times publicó una columna de opinión en la que el presidente ruso impartió a los Estados Unidos una larga clase de moral internacional: por qué no se debe intervenir militarmente en los asuntos del inestable Medio Oriente; quiénes son los criminales que hay que perseguir en Siria; por qué se debe respetar la decisión de los organismos internacionales.La primera sorpresa nace del cambio extremo que parece haber sufrido este antiguo espía ruso. Qué pronto olvidó Putin su salvaje represión a los insurgentes chechenos. Qué rápido se borraron de su mente los operativos emprendidos contra los opositores, convenientemente disfrazados de decisiones judiciales. Cuán fuerte ha sido su amnesia en el caso del asesinato, en pleno Moscú, de la periodista y crítica Ana Politkóvskaya. Qué esfuerzo para callar la enorme actividad de Rusia en el comercio de armas. Qué silencio sobre la crucial importancia que Rusia da, no al genocida Bachar Al Asad, sino a la base naval de Tartus, en la costa siria sobre el Mediterráneo.Cambian las latitudes, pero los no demócratas acaban pareciéndose. ¿Desde cuándo el sandinista Daniel Ortega se convirtió en un acrisolado defensor de la legalidad nacional e internacional? Tiene que ser desde hace muy poco. Su respeto a las decisiones de la Justicia y al decoro que se requiere para aceptarlas tiene un eficaz ejemplo en la denuncia por agresiones sexuales que formuló contra él su hijastra Zoila América Narváez: Ortega nunca las rebatió en el fondo sino que se aferró a inmunidades y prescripciones. En su última reelección, en 2011, Ortega pareció cansarse de las formas democráticas: con su infiltración a las altas cortes de su país logró que se le aceptara lo que la Constitución no le permitía, es decir, aspirar por tercera vez al cargo. De Ortega puede decirse cualquier cosa, menos que es un paladín de la legalidad.Con falsos demócratas no puede haber tratos. Por ello es que Colombia nunca debió aceptar el litigio sobre San Andrés, que nació de una vergonzosa excusa política: el desconocimiento del tratado Esguerra–Bárcenas de 1928 por estimar que en ese año Nicaragua no era un Estado soberano. Falsedad total: desde 1920 Nicaragua era miembro de la Sociedad de Naciones, la ONU de la época. Hasta Daniel Ortega debe saber que el ingreso a estos entes está reservado exclusivamente a los Estados soberanos.

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