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La fórmula perversa

La picaresca latinoamericana ha dado origen a grandes obras de la literatura. Nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez es un acabado ejemplo de un autor literario fundado en la observación del comportamiento pícaro y malicioso de muchos habitantes de este lado del mundo. Así somos y parece que lo seguiremos siendo.

3 de diciembre de 2017 Por: José Félix Escobar

La picaresca latinoamericana ha dado origen a grandes obras de la literatura. Nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez es un acabado ejemplo de un autor literario fundado en la observación del comportamiento pícaro y malicioso de muchos habitantes de este lado del mundo. Así somos y parece que lo seguiremos siendo.

En materia política varios países de Latinoamérica están dando ejemplo de conductas sesgadas, deliberadamente asumidas para torcerles el cuello a los principios democráticos. No nos referimos a Venezuela, en donde la barbarie chavista ha pasado por encima de todos los principios destinados a contener el ejercicio autocrático del poder. Venezuela es hoy reconocida en todo el mundo como una tiranía sostenida por quienes se apropian de las rentas petroleras.

Tampoco nos referimos al Ecuador, donde los abusos autocráticos del antiguo presidente Rafael Correa presionaron cambios que autorizaban la reelección indefinida. Correa se apartó de la presidencia en Mayo de 2017, tras 10 años en el ejercicio del poder. Rafael Correa confió en que su sucesor Lenín Moreno continuaría la senda autocrática, pero Moreno acaba de convocar una consulta popular para terminar con la reelección indefinida.

Las mentes latinoamericanas han descubierto una fórmula perversa para que los líderes se aferren al poder sin que en apariencia se quebrante el orden constitucional. Los caudillos echan mano de todas las herramientas posibles: plebiscitos, referendos, asambleas constituyentes. Pero últimamente han encontrado que la mejor manera de quedarse en su puesto es presionar a los tribunales constitucionales para que ‘interpreten’ las normas de la Carta de cada país en el sentido que más favorezca al líder.

En 2016 las autoridades judiciales de Nicaragua decidieron ‘interpretar’ las normas para dejar por fuera a los rivales del presidente Daniel Ortega, quién por supuesto gano con facilidad las elecciones. Hace unos meses el más alto tribunal de Honduras “interpreto” las normas constitucionales que prohíben la reelección, permitiendo así al presidente en ejercicio Juan Orlando Hernández presentarse de nuevo a las urnas. Al escribirse estas líneas la oposición hondureña rechaza de manera abierta los resultados que pretenden favorecer al presidente Hernández.

Pero el mayor escándalo proviene de Bolivia. En la semana pasada una Corte amiga del gobierno ‘interpretó’ los resultados del referendo de febrero de 2016 en el cual los votantes se opusieron de manera tajante a una nueva reelección de Evo Morales. El tribunal abrió la puerta para que Morales concurse de nuevo por la presidencia en 2019. El descaro del amor de Evo Morales y su séquito por el poder ha llevado al gobierno boliviano a enfrentarse de manera directa contra una decisión popular en la cual el electorado expresó de manera contundente que no quería ver otra vez a Evo Morales en una elección presidencial.

Colombia ha tenido que sacar a relucir lo más profundo de su vocación democrática para oponerse a los intentos de los políticos santistas, que han querido obtener, a la brava, aprobaciones de leyes y de actos legislativos sin el lleno de los requisitos que emanan de la Constitución de 1991.

¿Pero por qué este apego visceral al poder? La respuesta puede encontrarse en una frase del político Italiano Giulio Andreotti: “El poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene”.

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