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La desigualdad

Prácticamente no hay estudio serio sobre nuestro país que no llegue a...

28 de octubre de 2013 Por: José Félix Escobar

Prácticamente no hay estudio serio sobre nuestro país que no llegue a la misma conclusión: tenemos enormes fortalezas pero somos uno de los países con más desigualdad en el mundo. Un reciente estudio de las Naciones Unidas nos ubica, por nivel de desigualdad, tan solo por debajo de Haití y Angola. ¿Cuál ha sido la reacción de nuestro gobierno? ¿Cómo puede seguir esto repitiéndose año tras año? ¿Qué ha sucedido para que la desigualdad no cese?Todos tienen su explicación. La de quien esto escribe es muy sencilla: hay aceptación social de la desigualdad. El mismo día en que se inauguró por todo lo alto la nueva terminal del aeropuerto Eldorado (gran infraestructura con costo superior a los $ 170 mil millones) se escuchaban por la radio y la televisión las quejas desgarradas de los habitantes de Tumaco: completaban dos semanas sin agua y sin electricidad. Terrible paradoja.No hay un asomo de populismo ni de demagogia en esta posición. Nuestra sociedad se ha acostumbrado a que el auge de la capital del país conviva con las grandes carencias de las zonas de periferia. En la semana pasada el presidente Santos -hombre de la capital- tuvo que cancelar la inauguración del acueducto de Aracataca porque la obra fue realizada al desgaire y, llegado el momento, el agua no apareció. Ni siquiera en época preelectoral se supervigilan las obras que mejorarán la calidad de vida de los pequeños pueblos de la provincia. Existe un auténtico frenesí de gasto y de inversión pública en la capital del país. Se crea empleo burocrático a rodos: sin que su pulso temblara, el Ministro de Salud presentó como un gran avance la concentración de todos los recursos de la salud en un nuevo monstruo burocrático, con sede, obviamente, en la capital. ¿SaludMía operará en la serena Suiza o en la civilizada Dinamarca? No, funcionará en el país donde han desmantelado a los Ferrocarriles Nacionales, el ISS, Puertos de Colombia, y un etcétera más grande que la extraña confianza del Ministro Gaviria.Cuando el país abandone la aceptación al desarrollo asimétrico, comenzaremos a caminar por el sendero del verdadero progreso.***El presidente Obama dista mucho de la perfección. Pero hay que tener en cuenta las circunstancias: al implosionar Libia, los europeos miraron suplicantes hacia Obama para que con sus drones, buques y marines apagara el incendio en un dos por tres. No fue así, pues el apoyo norteamericano al derrumbe final de Gadafi fue muy limitado. Al prolongarse la crisis de Siria, las miradas suplicantes ya vinieron acompañadas de reproches: por qué no actúan rápido los yanquis, qué flojo es Obama, cómo pretenden ser una potencia, etc., etc. La realidad indica que las menguadas arcas de Washington no son suficientes para tratar de ser juicioso padre de familia, en lo interno, y diligentísimo policía del mundo, en lo externo. Obama escogió gobernar para el país que lo eligió, cuyas particularidades son de indiscutible dificultad. ¿Cómo se puede criticar a un presidente por haber dado real prioridad a los asuntos internos de su propio país?

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