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La absolución electoral

Nada más serio y acertado que la frase del humorista brasileño Millôr Fernandes: “La democracia comienza a la hora de votar. Y termina a la hora de contar”.

17 de noviembre de 2019 Por: José Félix Escobar

Nada más serio y acertado que la frase del humorista brasileño Millôr Fernandes: “La democracia comienza a la hora de votar. Y termina a la hora de contar”. La última comprobación de lo afirmado por Fernandes se acaba de presentar en las elecciones presidenciales de Bolivia. El líder originario Evo Morales venía describiendo desde 2016 un rumbo de colisión contra los valores esenciales de la democracia. En ese año Evo Morales quiso validar su intención malévola de perpetuarse en el cargo de presidente mediante la convocatoria de un referendo en el cual se consultó al pueblo boliviano si estaba de acuerdo con una nueva candidatura de Morales.

Los ciudadanos dijeron que no, pero el aparato burocrático que daba soporte al presidente se inventó una teoría de muy dudoso valor: impedirle a Morales aspirar de nuevo a la presidencia violentaba su derecho fundamental a participar en la contienda electoral. Y se organizó todo un engranaje dispuesto a asegurar la presencia del líder indígena por cuatro años más al frente de los destinos del país.

La oposición sospechaba de la ocurrencia de un alto grado de corrupción en las filas seguidoras de Evo Morales. Los dirigentes cívicos del oriente del país, cansados de esa situación, apoyaron al expresidente Carlos Mesa para disputarle al líder originario la presidencia boliviana. Las encuestas dieron como resultado que sería forzosa una segunda vuelta.

En el lenguaje político colombiano es común decir que el que escruta elige. Eso sucedió en la noche del 20 de Octubre, cuando la tendencia electoral marcaba la absoluta necesidad de una segunda vuelta. Los seguidores de Morales daban por descontado que en el balotaje ganaría el expresidente Carlos Mesa por amplio margen. Y entonces se produjo el asalto a las urnas: unos escrutadores venales torcieron el resultado de la manera más descarada.

Morales y su gente necesitaban de la absolución electoral. Ha hecho carrera entre los políticos la idea de que el triunfo electoral todo lo borra, todo lo bendice, todo lo valida. Otro reciente caso de aplicación de esta fórmula mental se ha presentado en Argentina. Algunos investigadores estiman en 200 millones de dólares la fortuna que adquirieron Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández durante su vida pública.

En la actualidad muchas investigaciones se adelantan contra Cristina Fernández. Hace varios años su compañero de fórmula Alberto Fernández la llamó públicamente “ladrona”. Se dice que ‘la política es dinámica’. Por simples conveniencias Alberto y Cristina Fernández se unieron para derrotar a Macri. Cristina Fernández necesitaba en forma desesperada de una nueva absolución electoral y la obtuvo, al menos por el momento.

Otro dirigente que aspira a que un baño de popularidad lo saque de sus líos judiciales es Lula da Silva. Una decisión del Tribunal Supremo lo puso en libertad mientras se tramitan las apelaciones formuladas por los apoderados de Lula en las varias causas criminales que se siguen contra él. Pero no se puede olvidar que a Lula se le demostró que había recibido como soborno un lujoso apartamento frente al mar.

La Justicia debe entender que los resultados electorales en una democracia no conforman blindaje alguno. La labor de los jueces debe estar exenta de las presiones partidistas cuando se trata de juzgar la conducta de los líderes políticos.

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